Sobrevivir en el mundo real para dummies

September 9, 2007 – 1:06 am

Muchos estamos atrapados entre múltiples mundos.

Yo estudio filosofía. Por qué, no lo sé bien. A veces, ocasionalmente, el recuerdo vivencial de por qué vuelve a mí espontáneamente y uno entiende y sigue adelante. Pero claro, no es quizás la respuesta más políticamente correcta: “¿Por qué filosofía?”, suele ser la primera pregunta, con un rostro extrañado. “No lo sé” es una respuesta cortante, que suena más a un “qué te importa” que a un “yo también quisiera saber”.

El segundo comentario siempre es uno de dos: (1) “Yo llevé un curso de filosofía que me pareció bravazo, pero nunca entendí [por qué pensaban tantas pastruladas | a qué se llegaba finalmente | qué hacemos en el mundo | X tema filosófico irresoluble]; (2) “Ah, qué interesante… ¿Y a qué se dedica un filósofo, ah? ¿En qué trabajan?”. A continuación, paso a declamar un breve floro calculado y ensayado múltiples veces, destinado a superar la pregunta y seguir con la vida. “Bueno, un filósofo puede hacer muchas cosas, como…”, y así.

La verdad es que no tengo ni la menor idea de lo que quiero hacer. Quizás una que otra posibilidad, algunas regiones demarcadas de intereses, sí, es cierto, pero en términos concretos, pues casi nada. Éste es uno de mis mundos: el de la incertidumbre del amor por el conocimiento, la satisfacción de su búsqueda y persecusión, la gratificación de la contemplación del cosmos. En sentido extremo, claro: incluso mi concepción de la propia filosofía no es tan polar como aquí la pongo.

El otro mundo es aquello que se suele llamar el mundo real. No me malentiendan, no es que me disguste el mundo real. Pero su lógica es distinta, y es difícil introducirse en ella por canales alternativos. La cultura ha tomado sus decisiones, y ha determinado que yo, y mucho otros también (literatos, artistas, músicas, historiadores, científicos sociales, científicos naturales también, etc.), somos poseedores de un tipo de saber casi accesorio, anecdótico y curioso, pero finalmente poco útil al fin y al cabo.

Entonces, la pregunta: yo, otros en situaciones similares, que nos encontramos en esta situación, ¿qué recurso nos queda? ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo?

Esto, por supuesto, amerita una discusión prolongada y una evaluación de una suerte de puntos y elementos, así que partiré por lo que se me antoja como el principio. Y es que, para comenzar, no tenemos (no tengo) una idea clara de mí mismo a partir de la cual pensar en cualquier otra cosa. ¿Qué es lo que involucra esta autoidea? Muchas cosas, pero dos en particular: las cosas que me interesan, y las cosas de las que soy capaz (las versiones en negativo de lo mismo también pueden ser de particular utilidad). Estos no-tan-simples elementos iniciales son la base a partir de la cual uno puede armarse un modelo explicativo, nada más y nada menos, que de uno mismo.

Detrás de esto está una idea que me ha venido atormentando desde hace ya un tiempo, sobre la importancia que tiene el conocimiento de uno mismo para el desarrollo de la vida cotidiana. Pero en particular, de una vida cotidiana orientada hacia la autorrealización, al desarrollo pleno de las propias capacidades. Un poco de esto está presente en el trabajo que vengo haciendo en torno a una economía de las pasiones. Desde la inscripción a la entrada del oráculo de Delfos que rezaba “Conócete a ti mismo” hasta los títulos de las miríadas de libros de autoayuda de hoy en día, el autoconocimiento ha sido un elemento central en el desarrollo de las personas. Y aunque uno pensaría que alguien dedicado a la filosofía o a las humanidades tendría más y mejores elementos para tener clara esta cuestión, en realidad no es tan así. Siguiendo un poco lo que señala el psicólogo Barry Schwartz en su libro, “The Paradox of Choice”, estos elementos, al mostrarnos más alternativas, en realidad reducen nuestra capacidad de decisión.

Pero por lo pronto volvamos a este “modelo explicativo”. ¿Cuál es su objetivo? Pues saber qué es lo que queremos hacer. Aunque pareciera que debería ser algo transparente, no lo es. Ni siquiera conocemos bien en qué consisten las opciones, ni tenemos las herramientas para considerar o medir efectivamente todos los factores relevantes. Ni siquiera sabemos con qué claridad qué es lo que somos capaces de hacer. Manejamos, quizás, el contenido de nuestra enseñanza y aprendizaje; pero no distinguimos con claridad qué habilidades esto nos ha formado que podríamos aplicar o replicar en contextos distintos a los acostumbrados (lo cual es, podríamos decir, la verdadera medida del aprendizaje).

No hay una receta mágica: lo mejor es sentarse en un momento tranquilo, con lápiz y papel, y empezar a anotar compulsivamente, todas aquellas cosas que me han ido gustando y que me gustaría seguir desarrollando, todas aquellas cosas en las cuales he encontrado que soy bueno o que los otros me reconocen, y si se puede ir un paso más allá a todas aquellas relaciones que se pueden trazar entre el primer y el segundo grupo.

En términos ideales, la pregunta por qué puedo hacer o qué voy a hacer está supeditada al contenido de esta pregunta inicial de autoconocimiento. El mundo nos gana y nos empuja haciéndonos sentir triviales y forzándonos en una u otra dirección, sea forzándonos a “enseriarnos” y a adquirir una actividad realmente productiva; o sea encasillándonos en un único ámbito de desarrollo -nominalmente el ámbito académico- y confinándonos allí donde no resultamos un problema general para la sociedad. En un afán por vivir tranquilos y con la posibilidad de ocasionalmente dedicarnos a aquello que nos gusta, hemos silenciosamente aceptado esto como el orden natural de las cosas y llegado el momento tomamos las decisiones del caso.

¿No es eso gracioso? Pero está mal.

Está mal porque tenemos muchas más oportunidades de las que tenemos ideas. Sobre todo porque nos acostumbramos a una idea de que vengan a ofrecérnoslas en la puerta, y nuestra soberbia académica e intelectual no ayuda: nos escudamos detrás de la creencia de que haciendo un buen trabajo y siendo muy buenos en lo nuestro, será por sí solo suficiente para que el reconocimiento y el éxito venga a tocarnos la puerta y todo se solucione. Pero por mucho que lo queramos, esto no va a pasar. En realidad nuestras oportunidades dependerán estrictamente de nuestra habilidad para salir al mundo a procurárnoslas, sea tomando las que existen, sea creando nuevas, configuradas a nuestra propia imagen y semejanza. Las posibilidades de lo que podemos hacer con nuestros conocimientos y habilidades no están en ningún momeno fijadas en piedra, sino que más bien dependen de nuestra iniciativa y creatividad a todo momento. ¿Crees que no hay espacio, no hay mercado, no hay oportunidades? Pues si no las hay, créalas. Si no eres visto como una opción, cuéntales, explícales que puedes hacer, y para hacer esto tienes previamente que saberlo tú mismo.

Sabiendo lo que uno quiere, y sabiendo lo que uno puede, se simplifican muchas cosas. Por lo pronto, uno puede a partir de ello restringir el ámbito de actividades a las cuales querría dedicarse. Y conociendo esas regiones delimitadas, uno puede mejor plantearse caminos para ingresar a esas áreas. Lo mejor en esto es hacer preguntas: buscar gente que haya pasado por los mismos problemas que uno, en algún momento en el pasado, y preguntarles cómo superaron los obstáculos. Qué los llevó por el camino en el que están ahora.

Conociéndose uno mismo sabrá también hasta dónde puede llegar, hasta dónde puede ceder, que cosas serán más probables de incitarle felicidad y ayudarlo a realizarse a sí mismo. En cierto sentido, le aporta a uno una perspectiva de visión del futuro, un ideal de uno mismo al cual aspirar, y que pasa a servir como idea reguladora del uno mismo presente, en camino a fundirse con el yo ideal. Y mientras nuestros actos cotidianos se realicen a la luz de esta idea reguladora, es que son susceptibles de cobrar sentido, y no parecer manotazos de ahogado, simples acciones inconexas en pos de la supervivencia.

Todo este devaneo reminiscente de pasajes de autoayuda y chocolate caliente para el alma busca no sólo ser de ayuda en alguna medida para alguien que circule por las mismas preocupaciones, sino que busca algo más. Busca reivindicar la posibilidad de plantearse uno su propia vida y su propia lógica del éxito, aún cuando el mundo, la sociedad, le planteen, le impongan un misma métrica tiránica para considerar las cosas. No, esto no es lo mismo que resignarse a la idea de que no hay trabajo, o no hay dinero. Para una labor bien realizada, que genere valor a otras personas, el tema del sustento se resuelve por sí solo (pero eso es para considerarlo en otro momento). El tema no va por ahí. El tema más bien va por el lado de desmitificar la vida buena que se concibe hoy, primero por desnaturalizarla, pues lo que hoy es bueno no lo fue ni lo será siempre, segundo por ampliarla, pues las formas buenas de vida son muchas, las lógicas y los criterios múltiples. La formación humanista es de suma importancia y relevancia en nuestro mundo de hoy, cuando si no nos esforzamos pronto por someter a evaluación pormenorizada una serie de conceptos y criterios, nos enfrentamos a nada más y nada menos que la extinción. La reivindicación de modelos de desarrollo de vida distintos al modelo de consumo y producción es un elemento fundamental a la construcción de una visión del mundo y del hombre más amplias, en las cuales haya un lugar para el futuro de nuestra especie.

Espero poder volver sobre este tema para desarrollar otros elementos importantes, pero lógicamente posteriores. La esencia del asunto hasta aquí es la siguiente: conócete a ti mismo para poder plantearte la verdadera respuesta a la pregunta por lo que puedes y quieres hacer. Y cuando la encuentres, procura que sea una respuesta auténtica, que te dé la voluntad de realizarla de a pocos todos los días. Que sea una respuesta creativa siempre que se pueda, y que traiga al mundo algo que el mundo no haya visto antes.

Todo este floro de autoayuda está, por supuesto, incompleto, pero lo demás podemos irlo viendo en el camino.

Otros artículos en esta serie:

Comentarios bienvenidos.