Sobrevivir en el mundo real para dummies II

September 13, 2007 – 12:39 am

La felicidad me está enseñando que no soy feliz.

Habíamos partido, en una ocasión anterior, de plantear el problema del mundo real, desde el punto de vista de Nosotros los Olvidados. Partimos por esquematizarlo, y quise empezar planteando su enfoque desde la importancia del autoconocimiento para poder, de alguna manera, construirse a uno mismo como proyecto a partir de lo que quiere y puede hacer, y no de lo que se espera que uno haga.

Ahora, ¿por qué habría alguien de privilegiar esto, lo que uno quiere, frente al camino claramente mejor recompensado, lo que se espera de uno o el camino que uno tiene más o menos preestablecido?

La respuesta, creo yo, y muy lejos de saberlo personalmente, está alrededor de los 45 años.

Es por esa edad que las personas suelen experimentar la llamada crisis de la edad media: aquel espontáneo descubrimiento de que uno ya no es tan joven como creía y, muy probablemente, de que muchos de sus mejores años se han ido para no volver, y se han ido en actividades y ocupaciones poco gratificantes o satisfactorias dentro del Gran Esquema de las Cosas. Aparecen aquí historia de hombres escapándose con la secretaria o comprándose una Harley Davidson, o de mujeres teniendo un tórrido romance con un amigo de sus hijos o cuestiones de ese calibre.

Pues bien, parto del supuesto de que esta es una experiencia que desearíamos evitar. O, en todo caso, tenerla voluntaria y deliberadamente, no como resultado de un proceso de acomplejamiento existencial. Y se me ocurre que la mejor manera de evitar esto, es llevar una vida satisfactoria y gratificante, de modo que uno no se vea en la necesidad de escapar o refugiarse de ella. Hasta allí todo se me hace claro y lógico. Sin embargo, la felicidad es un asunto mucho más complicado de lo que parece, tanto como “llevar una vida satisfactoria y gratificante”. En primer lugar, porque lo que se interpone en el camino es, justamente, el mundo real.

¿Qué significa llevar una vida así? Hilando un poco con lo que dije la última vez, significa algo (así de abstracto) como llevar una vida con sentido, es decir, una vida que apunte a algo, y que ese algo le dé sentido y significado a los eventos y acontecimientos particulares de todos los días. Normalmente, la cotidianidad es aburrida y hasta frustrante: la idea es que, a la luz de un proyecto, de un esquema más ampio, incluso las actividades más triviales tengan significado en tanto se vuelven medios-para-un-fin más alto, y este fin más alto no es nada trivial pues es aquello a lo cual estamos dedicando nuestra existencia, aquello con lo cual hemos sellado un pacto de sangre. Especulo, en realidad, que así estructuradas las cosas, uno puede encontrar cotidianamente la motivación para hacer las cosas, al sentir que su vida tiene un propósito de responder a algo que vivirá más allá que uno mismo. Afán de trascendencia, le llaman. La necesidad de pasar a la historia.

En otras palabras: tienes que tener algo tuyo. Algo con lo cual puedas permanecer dedicándole tiempo y esfuerzo de modo que sientas que estás consiguiendo algo, que estás construyendo algo que llega más allá de tu propia vida. Algo en lo cual plasmes una visión abstracta de cómo deben ser las cosas, una visión que de a pocos busques hacer realidad.

Pero, ¿cómo se alcanza esta visión? Regremos ahora a los veintitantos, cuando algunos sufrimos desconsoladamente por figurarnos algún tipo de visión que nos oriente en alguna dirección para no gastar ochenta mil dólares en una Harley. ¿Cómo descubrir que es lo que queremos hacer?

La perspectiva de Daniel Gilbert, psicólogo de la universidad de Harvard, en su libro “Stumbling Upon Happiness” (trad. “tropezarse con la felicidad”), me parece en esto sumamente ilustrativa, y por lo demás bastante apropiada a la estirpe a la cual pertenezco y conozco (filósofos, humanistas, artistas y demás entes de poca-claridad-en-el-mundo). Porque Gilbert parte de identificar parte del problema, que nos aqueja particularmente: nuestra obsesión por delimitar racionalmente, digamos, aquello que queremos como ideal de felicidad, y una vez en posesión de esa idea, salir a buscarla. Nos encerramos en meditar y reflexionar sobre el objeto perfecto de nuestro deseo, por entendernos transparentemente, por conocer con claridad aquello que queremos, como condición indispensable para iniciar cualquier acción que nos lleve en alguna dirección. Y claro, como dice también Gilbert, lo que no nos damos cuenta es que no hay tal idea o ideal de la felicidad, que podamos formularnos a priori, y a partir del cual podamos articular una vida feliz.

La felicidad, en cambio, el sentido de lo que buscamos o simplemente aquello que nos gusta como para seguirlo haciendo, no es algo que se caracterice apriorísticamente, sino que se encuentra en el camino. De algún modo, uno se tropieza con ello. Pero para poder tropezarse con ello, uno debe ir ya en alguna dirección. Uno debe ir probando diversas cosas hasta encontrarse con algo que le brinda satisfacción, hasta tropezarse con algo que lo hace feliz, y al hacerlo no dejarlo, no seguir compulsivamente buscando algo mejor, sino reconociendo y aprovechando la experiencia. En otras palabras, señores filósofos: para encontrar lo que quieren, lo que buscan, deben hacer cosas. El objeto deseado se constituye en su búsqueda, de alguna manera muy lacaniana. Para encontrarlo debemos probar y tentar diversos caminos hasta encontrar aquel en el cual nos sentimos mejor ubicados, donde las cosas hacen click con más facilidad. Y una vez allí, empezar a conocer. Y una vez ubicados, empezar a jugar un poco con lo que hay allí, y empezar a convertirlo en un espacio propio.

En resumen, para llevar una vida feliz, con la cual uno pueda estar satisfecho, debe tener algo propio a lo cual dedicarse, que le dé sentido a lo que hace. Pero para encontrar este sentido, uno no debe obsesionarse por racionalizarlo, sino que debe buscarlo en muchas cosas, en muchas actividades, hasta encontrarlo como por error, tropezándose con él. Sería estúpido decir algo así como que esta es la llave para la felicidad, como sería estúpido pensar que todo esto no tiene sus propios problemas -uno de los primeros es preguntar quién pagará por que busquemos lo que nos hace felices-. El mensaje, por el momento, es otro: es algo tan simple como que debemos intentar ser felices, cuando hoy eso parece haber sido olvidado. Cuando hoy, los individuos se mueven por el mundo casi automáticamente, cumpliendo las mismas tareas de la misma manera que todos los días, aburrido, descontentos, insatisfechos con lo que hacen, y frecuentemente sin siquiera plata para la Harley.

Justamente hoy, que la gente en general vive aburrida y desencantada del mundo, a pesar de estar cada vez más desenganchada, debe uno preguntarse por aquello que lo hace feliz, como para no desperdiciar el tiempo que tenemos sobre el planeta. Y para preguntarse por ello, debe uno buscarlo haciendo muchas preguntas, metiendo la pata muchas veces, y en general rompiendo cosas hasta que se sienta cómodo con romper alguna en particular.

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Comentarios bienvenidos.

  1. 3 Responses to “Sobrevivir en el mundo real para dummies II”

  2. http://antipropaganda.wordpress.com/2007/06/15/gutierres/#respond

    Eso me hace pensar en lo mismo. Y sobre el problema… hay un elemento que me asusta un poco de las sociedad como la nuestra, y es esta suerte de empujón que te da a hacer las cosas “cuando debes”, “en el momento adecuado” independientemente si pudiste pensar lo que querías hacer o no. ¿Estás en 5to de media? es el momento de prapararse para la U en una academia. ¿Ingresaste a la U? Pues nada de perder el tiempo, aunque no tengas idea qué estudiar. ¿Terminaste la U? Momento de trabajar, si eres hombre porque tienes que ahorrar para luego mantener a tu familia, si eres mujer, pues porque después no trabajarás más que en casa. ¿Postgrados? No son para todos pero si haces uno, al regresar debes casarte. Luego los hijos, y luego… luego te despiertas siendo Gutiérrez, sin la más puta idea de cómo llegaste ahí. Creo que muchas veces la crisis de la edad media no viene porque hicieron cosas poco gratificantes, sino porque hicieron cosas que no eligieron hacer. Con un impetú invisible las cosas se fueron dando en sus vidas desde los 17 solo para despertar a los 45 y preguntarse qué pasó con esos 28 años.

    By Gabriela on Sep 14, 2007

  3. Como “ente de poca-claridad-en-el-mundo” debo decir, que al final tampoco queda de otra, es decir sí, sabemos que debemos seguir buscando esa idea en principio puede resultar motivadora (al menos la búsqueda me motiva, la incertidumbre me asusta)
    No hay que racionalizar lo que entendemos como lo que nos hara felices, eso me parece complicado. Es decir, complicada la idea de no formarse un ideal, pero aun asi le veo el sentido en tanto la busqueda de ese ideal nos niega o limita posibilidades que tal vez estan ahi latentes para ser descubiertas como dices casi por accidente y fortuna.
    Pero sobretodo lo que es digno de tormento es el azar que implica esa búqueda, la incertidumbre de llegar a los 45 años cansados de buscar. No tendría porque ser asi de malo, pero también podría serlo ( esa fue la fase de exteriorización de tormentos)
    Lo único si, es que en el peor de los casos al menos la vida habrá sido mas entretenida y con mas razón de ser.

    By Sara on Oct 8, 2007

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  2. Oct 5, 2007: Invasiones Bárbaras | Sobrevivir en el mundo real para dummies

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