Economí­a – Invasiones Bárbaras http://www.invasionesbarbaras.com Industrias culturales para el tercer mundo. Thu, 11 Mar 2010 20:29:18 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.4.11 Imperialismo cultural: industrias culturales y globalización http://www.invasionesbarbaras.com/2010/03/11/imperialismo-cultural-industrias-culturales-y-globalizacion/ http://www.invasionesbarbaras.com/2010/03/11/imperialismo-cultural-industrias-culturales-y-globalizacion/#comments Thu, 11 Mar 2010 20:29:18 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=149 Si las industrias culturales se convierten en los mecanismos a través de los cuales diferentes sociedades construyen y comparten su propia autoimagen, entonces el control de esos aparatos productivos culturales se vuelve un tema central. Pues a través de estas industrias se moldean (mas no se determinan) actitudes y patrones de comportamiento que calarán en una población – la industria del marketing y de la publicidad, por ejemplo, se construye en torno a la idea de que los patrones de conducta de un grupo social pueden conducirse para incrementar el consumo de determinados productos y servicios.

Bajo un modelo ideal, una industria cultural no hace sino recoger los significados compartidos de una sociedad, para reproducirlos de manera industrial. Pero el modelo ideal asume una cierta neutralidad de la industria cultural misma, y de los agentes que la controlan. Por el hecho de que las industrias culturales responden a las necesidades económicas de la lógica productiva, no son actores neutrales: son actores principalmente orientados hacia la persecución de mayores utilidades. Por tanto, su interés no radica en la adecuada representación o reproducción neutral de una narrativa cultural, sino en la presentación o representación de aquella narrativa que se alinee mejor con sus objetivos. Esto incluye, además, la necesidad de ampliar el mercado lo más posible para maximizar las posibles utilidades.

A medida que a lo largo del siglo XX se fue consolidando el proceso de globalización, las industrias culturales estuvieron entre los rubros económicos que se fueron integrando a nivel mundial. Con resultados efectivamente similares a los que podemos ver en otros tipos de industrias y sectores productivos. Es decir, los actores comerciales más grandes, en un mercado abierto, absorben o eliminan a los actores comerciales más chicos simplemente porque hacen imposible la competencia. En consecuencia, el actor más grande asimila la participación del mercado del actor más chico.

Cuando esto ocurre con las industrias culturales (aunque en esta lógica podría decirse que toda industria tiene algo de cultural), lo que se reproduce no es solamente una actividad productiva, sino la actividad productiva de significados compartidos. Cuando una industria cultural se globaliza, lo hace a expensas de industrias culturales locales que no pueden mantener la competencia contra el pez gordo. Pero lo que efectivamente se permuta es una realidad cultural: cuando la televisión en un país deja de emitir producciones nacionales para, en cambio, transmitir sitcoms estadounidenses, lo que efectivamente se está reproduciendo son los patrones de conducta, las creencias y las actitudes de la sociedad en la que se originaron esos productos culturales. Con el tiempo, las formas culturales donde estos productos son introducidos empiezan a amoldarse, e incluso a desaparecer.

Lo mismo ocurre con toda otra serie de industrias. Los circuitos locales de producción de cine se ven reemplazados por el aparato de producción industrial hollywoodense, no necesariamente porque alguien esté planeando una gran conspiración, sino porque un público comienza a demandar estos productos y una sala de cine maximiza sus utilidades proyectándolas. La industria de la música, la industria editorial, la producción de objetos (por ejemplo, juguetes es un ejemplo muy interesante), son todos ejemplos de este proceso. Este proceso es lo que se llama imperialismo cultural: el proceso por el cual una industria cultural termina por imponerse y desplazar a otras industrias más pequeñas, contribuyendo al mismo tiempo a su propia consolidación.

Lo terrible del imperialismo cultural es que homogeniza y elimina la diversidad. A medida que una misma industria, una misma forma de vida se ve reproducida a gran escala, otras formas de vida con industrias menos establecidas se ven absorbidas, asimiladas por un gigante cultural. Todos empezamos lentamente a parecernos y a manejar más o menos las mismas expectativas culturales, lo que suele adscribirse bajo la idea del “cosmopolitismo”, de la ciudadanía del mundo. Uno puede viajar a cualquier gran ciudad del globo y encontrar un McDonald’s que funciona igual al que uno encuentra en casa. Pero el precio que se paga por el cosmopolitismo es que las identidades culturales propias se disluyen, a medida que todos nos vamos integrando cada vez más a formas culturales más o menos homogéneas.

La pregunta termina siendo si es que existe alguna alternativa. Si es que desde dentro de la lógica misma de la industria cultural, es posible que industrias locales se construyen y compitan de una manera que se puedan hacer su propio espacio, o su propio nicho, dentro del proceso de imperialismo cultural.

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¿Qué son las industrias culturales? http://www.invasionesbarbaras.com/2010/03/10/%c2%bfque-son-las-industrias-culturales/ http://www.invasionesbarbaras.com/2010/03/10/%c2%bfque-son-las-industrias-culturales/#comments Wed, 10 Mar 2010 23:49:19 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=146 Cuando hablamos de cultura, hablamos del ámbito de significados comunes y compartidos dentro de los cuales se mueve un grupo social. La cultura nunca es estática ni cerrada: recibe siempre influencias externas y pasa por procesos internos que hace que estos significados cambien continuamente (aunque es cierto que diferentes grupos sociales serán más o menos renuentes a estos procesos de cambio). La construcción de estos significados depende de una enorme gama de factores, como la geografía, la tradición, la relaciones con otros grupos sociales, la economía, etc.

La novedad de las industrias culturales aparece con la Revolución Industrial. Con la aparición de la tecnología industrial, aparece la posibilidad de reproducir en grandes cantidades diferentes tipos de objetos, en un tiempo menor. Si asumimos que todo tipo de objeto tiene cierta carga cultural (por ejemplo, un tenedor refleja ciertas actitudes de un grupo social respecto a cómo se debe comer), la tecnología industrial ofrecía la posibilidad de reproducir y amplificar patrones culturales a través de grupos sociales mucho más amplios. A su vez, la tecnología industrial empezó a aplicarse a productos que más fácilmente llamaríamos “culturales” con la invención, el desarrollo y la adopción de la imprenta por diferentes sociedades: no eran entonces solamente objetos con un cierto significado cultural los que eran reproducidos en masa, sino que las mismas ideas y contenidos culturales podían ser entonces reproducidos también en masa, a gran escala, en diferentes lugares. La producción de la cultura se convirtió entonces en un proceso industrial, que operaba bajo una cierta lógica productiva y distributiva: por su alcance e impacto, la posibilidad de modificar los significados compartidos, y de compartir y circular estas modificaciones, pasaban a ser dominio exclusivo de las industrias culturales.

Esta exclusividad no era formal: nadie prohibía que cualquier persona transforme la cultura. Pero la imprenta introduce la necesidad de contar con una imprenta para que una idea pueda competir con otra. Ya no están todos los miembros del grupo social en el mismo plano de competencia cultural (si es que alguna vez lo estuvieron), sino que ahora son unos ciertos autores y productores los legitimados para establecer esos significados que, sin embargo, son compartidos. Obviamente, estos autores no pueden inventarse estos significados compartidos de la nada: ellos mismo participan de una cultura, recogen ciertos significados y actitudes y las plasman en sus propias creaciones, y el círculo se retroalimenta.

Las industrias culturales son el resultado del encuentro de la tecnología industrial (especialmente en la forma de la imprenta) con la lógica productiva del capitalismo, especialmente a partir del siglo XIX. Ya que son pocos los productores culturales que pueden, por ejemplo, tener acceso a una imprenta, estos deben discriminar qué obras son producidas y cuáles no, de tal manera que por lo menos recuperen sus costos de producción, pero obviamente con la intención de derivar ciertas ganancias del proceso. Por tanto, las industrias culturales favorecen la producción y distribución de aquellos contenidos que generen la mayor cantidad de ventas posibles, como cualquier otro producto. Cuando esto ocurre, la producción de la cultura termina alejándose de la preponderancia de la creatividad y la innovación para someterse, más bien, al criterio del mínimo común denominador en la producción de la cultura: se produce y distribuye aquello que agrada a la mayor cantidad de gente y a la vez desagrada a la menor cantidad de gente, para maximizar las ganancias.

Esto llevó en el siglo XX a autores como Theodor Adorno y Max Horkheimer a denunciar a las industrias culturales como una forma de “engaño de masas”, pues son incapaces de brindar una visión completa de la cultura, ni mucho menos una visión ponderada de ella (es decir, mostrar lo mejor de una cultura), pues simplemente se limitan a reproducir aquellos significados que, por ya haber sido aceptados por una sociedad, justificarán su re-producción. Adorno y Horkheimer, es cierto, tenían una visión elitista de la cultura: consideraban que todo aquello producido por las industrias culturales era automáticamente malo, una forma inferior de cultura, por no ser refinada, educada, de alguna manera juzgada y evaluada. Esta postura es quizás extrema, pero lo interesante del análisis de Adorno y Horkheimer pasa más bien por describir el proceso de re-producción de una misma forma cultural, a gran escala, bajo la forma de la tecnología industrial, así como las dificultades de que visiones del mundo, o significados culturales, que no encajen con esa forma cultural reproducida, reciban atención o sean capaces ellas mismas de contraponerse como una alternativa viable. Desde este punto de vista, las industrias culturales son siempre conservadoras, aunque éste no es el final de la historia.

En los últimos años cada vez más atención es puesta sobre los productos de las industrias culturales desde el ámbito de la “cultura seria” o “académica”, de modo que la distinción entre una cultura popular y una cultura ilustrada se ha venido haciendo cada vez menos importante. Las preguntas que se pueden plantear hoy sobre la cultura popular nos llevan más bien a pensar por qué ciertas culturas construyen ciertos significados de la manera en que lo hacen, y qué nos dice ello sobre sus creencias y actitudes. Las herramientas de la cultura “ilustrada” nos sirven para analizar y encontrar nuevas capas de significado en los productos de la cultura “popular”, a la vez que estos productos sirven como una vía de entrada para ilustrar y difundir estas herramientas de maneras innovadoras. Esto debido a que en los últimos años hemos podido reinterpretar las industrias culturales a medida que ellas, en primer lugar, se han vuelto infinitamente más importantes (por no decir omnipresentes), y en segundo lugar, se han visto obligadas a reconceptuarse a sí mismas, especialmente debido al cambio tecnológico de los últimos 50 años.

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Laghonia, APDAYC y las guerras culturales http://www.invasionesbarbaras.com/2009/08/07/laghonia-apdayc-y-las-guerras-culturales/ http://www.invasionesbarbaras.com/2009/08/07/laghonia-apdayc-y-las-guerras-culturales/#comments Fri, 07 Aug 2009 05:33:21 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=143 En una de las selecciones de la Crónica del rock peruano que estoy compartiendo (aún me falta una), incluí la referencia y el enlace al disco de una banda peruana de rock de los años sesenta, Laghonia. De esta banda, hasta hacer ese post, yo sólo conocía la canción cuyo video incluí, pero esa vez encontré el enlace para descargarme completo su disco Et Cetera, así que lo bajé para conocer un poco más. El grupo me pareció, sencillamente, espectacular, y no tenía mayor idea de su existencia. Buscando un poco por la web encontré esta breve reseña de su existencia, que tiene detalles singulares muy interesantes:

LAGHONIA era el único grupo que usaba el Hammond -B2 en el Perú y Sudamérica tanto en grabaciones como en vivo. El espectáculo musical que producían era impresionante. Miembros de otras bandas como Telegraph Avenue, Traffic Sound o El Polen, iban a escucharlos frecuentemente atraídos por rarísimas canciones como Mary Ann o Speed Fever con experimentos polirrítmicos a lo Dave Brubeck. El grupo siguió componiendo y actuando, yendo de aquí allá en un Olds’ del 55’ manejado a toda velocidad por Saúl, un tipo casi siempre serio pero que gustaba de hacer bromas en los momentos precisos. En un camión de mudanza iba el pesado equipo. Allí Carlos Salom solía viajar encima del Hammond y el Leslie para proteger los 300Kg. que pesaban estos instrumentos, de cualquier rasguño durante el viaje.

El Hammond B2 es definitivamente lo que le da un sonido singular al grupo que lo diferencia de otros sonidos de la época por estas latitudes, y el juego polirrítmico medio psicodélico hace de Laghonia también un experimento musical sumamente vanguardista para su época y lugar. Es impresionante escuchar la calidad del Et Cetera y al mismo tiempo darse cuenta de que se trata de un grupo peruano – en eso se refleja la calidad creativa y técnica de los grupos de la época que empezaban a jugar con el rock para hacer cosas realmente interesantes. Luego, como bien se sabe, la dictadura de Velasco declararía el rock como alienante e imperialista y relegaría lentamente a la escena peruana de rock al olvido y desaparición, hasta que a principios de los ochentas volverían a aparecer canales a través de los cuales se regenere, lentamente, una escena local de rock.

Después de muchos años, y con muchas etapas de por medio, creo que uno podría decir que de nuevo estamos viviendo una de las etapas más interesantes del rock nacional, por una serie de factores. Un detalle no trivial es que las condiciones económicas permiten la aparición de un mayor mercado; tampoco es poca cosa que muchos grupos están reconociendo la particularidad del mercado local y tratando de jugarlo a su favor, no luchando contra la piratería y apoyándose más bien en otros canales (como presentaciones en vivo) para ganarse una audiencia que los siga regularmente.

Pero, ¿qué pasa con todo el legado de las épocas pasadas del rock peruano? A nivel global, siguen sonando grupos como los Rolling Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd, The Beatles, y demás piedras fundantes de lo que fue la cultura rock que luego se difundió globalmente, y que llegó hasta aquí. Y muchas escenas locales tienen también un legado histórico al cual recurrir en busca de referentes, de experimentos, de sonidos y texturas locales. Sin embargo, nosotros estamos limitados por cuestiones estructurales básicas: no hay cómo escuchar esta música. Lo que se llegó a grabar en la época se imprimió en discos de vinilo de circulación limitada, que aunque pudieran conseguirse hoy día serían difíciles de reproducir. Pocos de los discos de los sesentas, setentas, ochentas y noventas se han reeditado en ediciones en disco compacto. Mucha de esa música tampoco se puede encontrar en Internet (lo que he corroborado intentando recopilar las selecciones de Crónica). Es decir que, por mucho que uno quiera, si quisiera realmente sumergirse en el rock peruano tendría una serie de limitaciones que harían ese tránsito sumamente difícil.

Claro, hoy día podemos subir canciones a YouTube, a diferentes servicios en línea, o compartir discos vía BitTorrent. Basta con que una persona se dedique a grabar los discos de vinilo en un formato digital para que ese archivo pueda circularse y distribuirse fácilmente, y se reduzca enormemente el riesgo de que ese contenido se pierda. En muchos casos, es uno de los pocos canales a través de los cuales se puede acceder a este contenido, que, en gran parte, es la prefiguración de la escena musical del rock peruano que tenemos hoy día y que muy poca gente ha tenido oportunidad de conocer.

Allí es donde la cosa se complica. Porque ese intercambio es, un poquito, ilegal. Aún cuando no tenga fines comerciales, aún cuando, realmente, no perjudique a los autores originales (incluso, en gran medida, los beneficie), aún cuando signifique una labor de preservación cultural que de otra manera no podría suceder, es ilegal. Cae dentro de este rubro que ha venido ha ser denominado “piratería”, y que en el mundo de los contenidos digitales se ha convertido en un estandarte de defensa del status quo que no consigue, del todo, emparejarse con la realidad. Porque la cultura digital está promoviendo relaciones e intercambios entre las personas que no pueden ser plenamente contemplados por el ordenamiento legal pre-existente. En medio de todo esto aparece la figura de APDAYC, la Asociación Peruana de Artistas y Compositores de la que mucho se ha hablado en los últimos días. No quiero volver a articular todo lo que se ha dicho, sobre todo porque creo que Roberto Bustamante lo resume todo muy bien en esta entrevista:

Todo lo cual me lleva, realmente, al punto central. Las guerras culturales han empezado también en el Perú, el enfrentamiento en el cual la manera como nos estamos acostumbrando a construir la cultura, sobre todo a partir de la aparición de los medios digitales, choca con un aparato político y legal que fue diseñado antes de que estas prácticas existieran. Así como, además, el aparato económico acostumbrado y construido sobre un cierto modelo de negocios empieza a aferrarse de todos los medios posibles para preservar su propia existencia. En este caso, se trata de cosas como el “tarifario web” de la APDAYC, que realmente no tiene mucho sentido, y que quiere decir, también, que (asumiendo que Laghonia sea uno de sus miembros) yo no puedo compartir libremente música de Laghonia, a pesar de que lo hago por lo buena que me parece su música y porque quiero que más personas la escuchen, porque estoy infringiendo sobre el terruño de APDAYC. Más allá, por supuesto, de que de otro modo esta música, probablemente, nunca será escuchada, preservada, ni difundida.

La pregunta que se empieza a dibujar de fondo es la pregunta de la que Lawrence Lessig ha venido hablando durante mucho tiempo: ¿Quién es el dueño de la cultura? Y sobre por qué los grandes distribuidores de contenidos han conseguido los medios para monopolizar la producción y la distribución de todos aquellos referentes culturales a los cuales nosotros, como consumidores, terminamos dándoles significado. Antes era una cuestión simple: los medios existentes delimitaban claramente la separación entre productores y consumidores. Pero ahora que los medios disponibles nos permiten cuestionar y extender los roles que asumimos frente a la cultura, esta delimitación no sólo no es tan simple, sino que en gran medida pierde mucho de su significado.

Para un grupo como Laghonia, y otros grupos que constituyen los pilares de la historia del rock nacional, los antecedentes y referentes obligados, así como también para los nuevos grupos que aparecen hoy día, la relación con la piratería es mucho más compleja de lo que APDAYC quisiera que pensáramos. No se trata de una vulgar copia, sino de una compleja red de mercado y distribución que hace posible que los contenidos lleguen a mercados más amplios. Para muchas personas, yo mismo incluido, la piratería es uno de los pocos canales disponibles para acceder a muchos referentes culturales que, por cuestiones de disponibilidad o economía, simplemente serían inexistentes de otra manera. Decir que no haya piratería equivale a decir que gran parte del mercado quede excluido de la participación en el intercambio y la construcción cultural.

Y claro, hay dos respuestas inmediatas a esto. La primera es que por esto, la piratería no es automáticamente buena, y eso es cierto. Pero eso hace que tampoco sea automáticamente mala, sino mucho más compleja de lo que los distribuidores de contenidos quieren que pensemos. Lo segundo es que la piratería no se da mayormente de productos culturales “de calidad”, dirían algunos, sino de DVDs de Mi abuela es un peligro 7 y del último disco de Britney Spears. Esto va más o menos en la línea de lo dicho por Mario Vargas Llosa en un discurso sobre la cultura hace unos días: la reformulación del argumento de que hay una cultura ilustrada contrapuesta a una cultura popular, que es inferior y menos importante. Desde este punto de vista, la piratería es sólo un mecanismo de difusión de la cultura popular y, como tal, no permite ningún tipo de participación significativa de la construcción cultural.

Esta segunda respuesta me parece más problemática, porque la distinción entre lo ilustrado y lo popular es un poco arbitraria y bastante conveniente, sobre todo viniendo de alguien como Vargas Llosa. Y, sobre todo, niega una realidad palpable que es el hecho de que la cultura popular ejerce una enorme influencia en nuestras vidas y termina estando mucho menos desligada de la “cultura ilustrada” de lo que muchos quisieran pensar. Más aún: cree que esta separación aún puede mantenerse hoy día, que es equivalente a algo así como el presidente de Sony Pictures diciendo que Internet no trae nada bueno y debería restringirse.

Bueno, eso. No puedo subir la discografía completa de Laghonia, técnicamente, o en todo caso, no debería. Pero quiero hacerlo, no por un beneficio propio, sino porque me parece que el Et Cetera, y otras obras similares, merecen llegar más lejos, ser más conocidas, y sí, en última instancia también beneficiar a sus creadores. ¿Pero cómo puede Laghonia vender discos si nadie conoce de su existencia? ¿Cómo puede traer audiencias a conciertos en vivo si quienes lo conocen no pueden compartir la novedad de su descubrimiento? Y más aún, ¿cómo podemos esperar construir una escena musical de importancia, creativa, de gran alcance, si no podemos regresar sobre los antecedentes para que contribuyan a las nuevas producciones y generaciones?

De manera que, muy adecuadamente, así como en el comic Civil War que viene publicando Perú 21 los sábados, han empezado las guerras culturales, y empezaron hace tiempo, sólo que el enfrentamiento ha escalado. Se me ocurrió terminar este post preguntando, así tendenciosamente, “¿de qué lado estás?” Pero ahora me doy cuenta que en realidad no se trata tanto de lados, pues las posiciones son mucho más complejas que lo uno o lo otro.

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Rompiendo la máquina de estandarización http://www.invasionesbarbaras.com/2009/07/05/rompiendo-la-maquina-de-estandarizacion/ Sun, 05 Jul 2009 21:12:36 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=114 La paradoja de la educación industrial, vía Alejandro Piscitelli:

La escuela es una máquina de estandarizar. Pero su población es extremadamente heterogénea, y cada vez mas lo es en zonas marginales, en zonas de inmigración masiva, en zonas de caída espectacular de los ingresos, y de movilidad social descendente.

El sistema educativo que tenemos es el sistema educativo industrial. Es decir, la misma lógica que Henry Ford aplicó a la producción de los Ford T, la aplicamos nosotros a las generaciones jóvenes para reproducir el conocimiento. El resultado es un poco horrible, pues el sistema educativo termina sirviendo únicamente para formar nuevas generaciones no para mejorar su calidad de vida, sino básicamente para reeplazar a la generación anterior y asegurarse de que la producción no se detenga. Definitivamente, no una imagen ideal de cómo nos gustaría orientar una sociedad.

Sobre todo, es un muy mal modelo educativo si queremos, de alguna manera, preparar a una nueva generación para una nueva economía que valora otras cosas, como la innovación y la creatividad. Son justamente los valores que la máquina de estandarizar no es capaz de contemplar. Dice Piscitelli:

Los alumnos que “triunfan” en la escuela son aquellos cuya inteligencia se acopla al paradigma dominante de uso en una escuela en particular o logran adaptarse a ella. No al sistema educativo, al curriculum dominante o a la filosofía educativa pregonada, profesada o soñada, sino a lo que que hay. Y muchos lo logran, pero muchos no (Ver la pelicula Entre los Muros)

Es decir, lo que es recompensado por el sistema educativo que conocemos no es el destacar, el ser diferente, sino justamente conformarse con la manera como el sistema está estructurado. El que mejor sabe seguir las reglas es, finalmente, quien recibe el mayor reconocimiento del sistema. En un país como el nuestro, además, esto se traduce en muchos contextos con reglas que no son puestas por mi cultura, por mi comunidad, y termina convirtiéndose en un violento proceso de aculturación.

Entonces, el desafío está abierto y nuevas herramientas existen hoy para plantear modelos interesantes. ¿Cómo podemos, en múltiples niveles, rediseñar la educación para romper la máquina de estandarización?

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Estimulación temprana: videojuegos, educación y la corteza prefrontal http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/14/estimulacion-temprana-videojuegos-educacion-y-la-corteza-prefrontal/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/14/estimulacion-temprana-videojuegos-educacion-y-la-corteza-prefrontal/#comments Sun, 14 Dec 2008 07:20:55 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=76 Interrumpimos el tortuoso cronograma de actividades de estos días para dejar un par de reflexiones, o una sola en realidad, siguiendo la línea de pensar y discutir sobre el estudio, la promoción y el desarrollo de los videojuegos en el Perú. No encuentro ahora la fuente, pero recuerdo haber aprendido esto en un curso de Realidad Social Peruana: un niño que no recibe una adecuada nutrición en sus primeros cinco años de vida, no consigue desarrollar su capacidad cerebral de manera óptima como para poder llevar una vida intelectual plena años después. Situación que resulta especialmente trágica en un país con índices de pobreza y malnutrición como los tenemos nosotros.

Una investigación reciente de la Universidad de Berkeley ha llegado tan lejos como para mostrar que niños que crecen en condiciones de pobreza exhiben daños en la corteza prefrontal del cerebro que llegan, en algunos casos, a parecerse al daño sufrido por pacientes víctimas de derrames cerebrales. Esto termina siendo el resultado de dos factores: por un lado tenemos el problema nutricional, por otro lado, el problema de que niños creciendo en condiciones de pobreza se ven sometidos a un número significativamente menor de estímulos como para desarrollar su actividad mental. Al punto que “estudios previos han mostrado que niños de familias pobres escuchan 30 millones de palabras menos para cuando llegan a los cuatro años que niños de familias de clase media”. Dicho sea de paso, la corteza prefrontal es el área del cerebro donde se considera se manejan las funciones principales de toma de decisiones y resolución de problemas. Saquen su línea.

El mismo estudio, sin embargo, apunta a la posibilidad de que la actividad cerebral en estos niños pueda ser reactivada o estimulada a través del uso de juegos. Los experimentos realizados se basan en juegos sumamente simples pero que dejan abierta esta posibilidad, y si me siguen hasta aquí saben en qué dirección estoy yendo: en un país como el nuestro, donde los niños se enfrentan a estas condiciones y consecuencias, tenemos que buscar la manera en la que, a gran escala, podamos generar la posibilidad de estimular todas estas mentes jóvenes para permitirles un pleno desarrollo de sus capacidades.

Por supuesto que la lógica de los videojuegos es considerablemente más compleja que el “simple” hecho de reactivar la corteza prefrontal (al poner al jugador en la necesidad constante de tomar decisiones rápidas frente a estímulos cambiantes). Hay mucho más de por medio que es pertinente e interesante analizar y discutir. Pero sí debería marcarnos una pauta clara de por qué este tipo de reflexiones son particularmente interesantes, y particularmente relevantes. Esto porque, además, debemos tener algo en consideración: a medida que los juegos de video, como industria y como medio, adquieren una centralidad cada vez más marcada en nuestra cultura, la competencia en el uso de estos recursos (tanto a nivel de jugadores como de desarrolladores) será un indicador para considerar nuestra competitividad frente a otras naciones o economías. A medida que un mayor número de interacciones se den en estos medios, y que mayor cantidad del bagaje cultural se transmita en estos formatos, la pregunta por cuál es el tramo extra que debemos recorrer para estar actualizados se volverá relevante. Y resulta, hoy especialmente, una pregunta a la cual podemos adelantarnos a ensayar una respuesta.

Pero no resultará posible que demos un paso en esta dirección si no nos esforzamos ahora por ampliar nuestro concepto de los videojuegos y de la importancia pedagógica de la función lúdica, del acto de transgredir y transformar que se da en el espacio legitimado de juego. Hay mucho de educación, cultura, psicología, economía, que tenemos que poner sobre el tapete para pensar con mayor claridad sobre estas cosas, y hacerlo, además, de una manera ingenua. Soy de la idea (reconocidamente ingenua) que estamos en este momento en una coyuntura que nos permite adelantarnos -como comunidad, como país- a mucho de lo que se está haciendo a nuestro alrededor. Podemos saltar a la oportunidad de estar realmente adelante en este tema que cobrará una mayor importancia dentro de unos 15 a 20 años, para cuando nosotros ya podríamos tener una base instalada, una comunidad de estudios, una base de conocimiento y desarrollo sobre la cual construir una nueva industria. Son inversiones a largo plazo que, si esta retahíla de ingenuidades tiene algún sentido, podría incluso servirnos para reactivar millones de cortezas cerebrales que están esperando la oportunidad.

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Más amor al arte http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/07/mas-amor-al-arte/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/07/mas-amor-al-arte/#comments Sun, 07 Dec 2008 06:57:50 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=75 Hace un par de días conversaba con Gabriel Alayza, pintor/ilustrador/diseñador, sobre una de las ideas que solté para la pregunta “¿Qué harías por amor al arte?“. Me refiero a la idea 26:

26. Promover la colección de arte entre gente joven. Yo tengo 23 años. ¿Por qué no puedo tener perfil de coleccionista joven? Podemos empezar a promover que gente joven invierta en artistas jóvenes. Es un hábito que se queda.

Gabriel me contextualizó muchísimo más en este asunto del cual, realmente, no sé nada. Pero al parecer es una oportunidad para revolucionar todo el circuito de producción-distribución-comercialización de arte en el Perú, que no sólo es de una envergadura bastante limitada sino que, además, está restringido a unos pocos círculos que acaparan prácticamente la totalidad del movimiento.

Definitivamente no tengo aún una idea clara, pero es algo en lo que espero empezar a trabajar, a partir de algunas de las ideas que hemos conversado. Primero, ¿quién es el coleccionista o el potencial coleccionista de arte en el Perú? Hasta ahora el asunto se ha limitado a sectores socioeconómicos muy específicos (es decir, los sectores con mayores recursos disponibles para invertir en arte). Muy poco se ha considerado sobre cómo ampliar este “mercado objetivo”. Más aún, cuando se habla de coleccionistas jóvenes, se piensa más bien en un perfil de un coleccionista mayor de 35 años.

Y se siguen abriendo preguntas a partir de ahí. ¿Qué es propiamente “coleccionar” arte? Además, cuando empezamos a pensar en coleccionistas jóvenes (digamos, entre los 20 y los 30 años), ¿”coleccionar arte” seguirá significando lo mismo? Parecería que no, por la diversidad de condiciones y de recursos con los que un coleccionista joven puede contar para invertir y mantener una colección. Pero, también, porque las nuevas generaciones se aproximan al arte con una sensibilidad diferente: una generación que ha crecido inmersa en la cultura de lo visual exhibe una aproximación diferente al universo de lo visual. Además de que, para muchos jóvenes, el espectro de lo artístico es también más amplio: no es solamente la pintura, sino que también estamos hablando de objectos de consumo, música, películas, y demás. ¿Cómo se incorporan todos estos nuevos elementos dentro de la figura de “coleccionar”?

Hay toda una serie de variables ambientales que ir identificando y con las cuales ir jugando. El asunto, en el fondo, parece ser el siguiente: la brecha que existe entre el consumo ocasional de objetos artísticos (p.ej. tener un cuadro para tu cuarto o tu sala) y el coleccionista de arte es demasiado amplia, y en la práctica resulta una brecha insalvable para alguien que no tenga (a) los recursos materiales para invertir en el arte mismo, y el conocimiento para identificarlo y seleccionarlo, y (b) los contactos y las conexiones para introducirse en la lógica propia del mundo de los coleccionistas de arte, que incluye artistas, galeristas, curadores, críticos, coleccionistas, entre otros personajes. La idea de promover la figura del coleccionista joven es un poco salvar esa brecha: desarrollar los recursos, espacios y circuitos para poder acompañar a una persona joven, con un interés especial y potencial en el arte, para que recorra el camino del consumo casual a alguna forma más estructurada de coleccionar arte. Es decir que lo primero es desmitificar una serie de cosas: primero que nada, desmitificar el arte como algo alejado de la realidad cotidiana y reservado tan sólo a unos pocos legitimados para participar en ese mundo; desmitificar lo que es un coleccionista y un crítico y quiénes tienen derecho y acceso a desarrollar una sensibilidad para evaluar y juzgar sobre lo artístico; desmitificar que, en consecuencia, el acto de coleccionar arte no sea algo que pueda construirse como un hábito, de a pocos, a partir de un proceso de aprendizaje e involucramiento paulatino, en el cual existe también un espacio para que una persona joven se involucre. Y allí donde no encontremos que exista ese espacio, es donde debemos hacer el esfuerzo especial por inaugurarlo.

Creo que los beneficios de una figura de este tipo son múltiples. En primer lugar, ampliar significativamente la base de gente que desarrolla un interés activo en el mundo del arte y se involucra con su desarrollo. Hacerlo, además, desde temprana edad favorece el que se desarrollen hábitos que se puedan fortalecer con el tiempo. Todo esto conseguiría, también, ampliar el circuito del arte y sacarlo de ámbitos restringidos hacia una cuestión más amplia y abierta, ampliando también la posibilidad de estilos y propuestas que se pueden encontrar, de perspectivas desde la crítica, y de perfiles de coleccionistas. Lo interesante es también como esto nos abre el espacio para articular una comunidad artística amplia y más cohesionada, con más vertientes: esto porque me parece que en este proceso de salvar o achicar la brecha, es necesario un proceso de acercamiento de todos los actores que se mueven en esta dinámica unos con otros. Es decir, para acompañar a un coleccionista joven en este proceso, la idea es acercarlo a conversar con el artista, con el curador, y con todos los personajes de la historia para que conozca más de cerca cómo interactúan los roles. No sólo gana así la confianza, sino también las herramientas para poder ingresar en el universo del arte sin sentirse (tan) perdido.

Todo esto es un proceso que, además, se va desarrollando en el tiempo: coleccionistas jóvenes pueden invertir en el arte de artistas jóvenes, y generaciones de coleccionistas/curadores/críticos/artistas pueden ir creciendo y desarrollándose juntos, retroalimentándose en el proceso.

Ésta es una idea en la que espero empezar a trabajar un poco a partir de enero, en primer lugar conversando con más personas involucradas y puliendo el modelo, haciendo los primeros pilotos e identificando perfiles y personas. Cosas que me gustaría saber: ¿Hay experiencias previas de esto a nivel mundial/regional/local? ¿Qué obstáculos existen a una idea de este tipo? ¿Quiénes podrían ser los mejores aliados a los que recurrir para sacar esto adelante? ¿Cuál sería la mejor manera de promoverlo/difundirlo? Obviamente son preguntas bien amplias sin respuesta clara, pero son las primeras preocupaciones en las que podemos ir trabajando. Por supuesto, cualquier comentario es bienvenido.

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Mercado, cultura, liberalismo y censura http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/03/mercado-cultura-liberalismo-y-censura/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/12/03/mercado-cultura-liberalismo-y-censura/#comments Wed, 03 Dec 2008 05:04:34 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=73 Encontré esto en Boing Boing que creo es particularmente relevante: ahora que en las últimas semanas hemos escuchado de una u otra forma de censura – uno de los más preocupantes y sonados es el cierre de la galería Vértice para censurar una muestra que exhibía imágenes religiosas (también aquí y aquí) – me llamó mucho la atención el siguiente texto de Neil Gaiman, en defensa de aquello que no queremos defender. Traduzo el pasaje relevante que apareció en Boing Boing:

Asi que cuando Mike Diana fue acusado — y encontrado culpable — de obscenidad por los comics en su revista “Boiled Angel”, y sentenciado a una serie de cosas, incluyendo (si la memoria no me falla) una sentencia suspendida de tres años en la cárcel, una multa de tres mil dólares, no poder estar en el mismo cuarto que alguien menor de dieciocho, más de mil horas de servicio comunitario, y se le prohibió dibujar cualquier otra cosa obscena, con la policía local haciendo revisiones imprevistas las 24 horas para asegurarse de que Mike no estuviera secretamente cometiendo Arte en las tempranas horas de la madrugada… Ése fue el punto en que decidí que sabía qué era obsceno, y eso era acusar a artistas por tener ideas y trazar líneas en un papel, y supe que iba a hacer todo lo que pudiera para apoyar el Fondo de Defensa Legal de los Cómics. Si me gustaba o si aprobaba lo que Mike Diana hacía era irrelevante. (Para el acta, no me gustaban los textos de Bioled Angel, pero sí me gustaban los cómics, que eran personales y mostraban una fuerza cruda. Y en algún lugar de la colección desordenada de revistas en el sótano tengo Boiled Angel 7 y 8, que leí entonces para descubrir qué era lo que estaba siendo perseguido, y por lo que por tenerlo podría ahora, asumo, ser arrestado…)

…Tú me preguntas, ¿qué hace que valga la pena defenderlo? La única respuesta que puedo dar es ésta: la libertad de escribir, la libertad de leer, la libertad de tener material que consideras que vale defender significa que tienes que defender cosas que no consideras que vale la pena defender, incluso cosas que encuentras de mal gusto, porque las leyes son grandes instrumentos torpes que no diferencian entre lo que te gusta y l oque no, porque los acusadores son humanos y tienen conflictos y luchan por la re-elección, porque la obscenidad de una persona es el arte de otra.

Porque si no defiendes las cosas que no te gustan, cuando vengan por las cosas que sí te gustan, ya habrás perdido.

Me parece interesante, particularmente interesante (y un poco preocupante) como el núcleo de esta defensa es una firme creencia liberal: la idea de que el ámbito legal está separado de lo eclesiástico o ideológico, de que se debe salvaguardar la libertad en el ámbito de lo privado. Digo interesante porque, irónicamente, en el Perú este tipo de censuras suelen coincidir con sectores que se proclaman “liberales”, al menos en materia económica, pero no que no son consecuentes con eso en el plano de lo político. El liberalismo en el Perú está sumamente golpeado, diría, con liberales que no se la creen del todo, sino en la medida solamente en que les conviene. Es la separación peligrosa (alerta de Godwin) que puede llevarnos por caminos históricos que no querríamos necesariamente recorrer.

La verdad es que el liberalimo en el Perú es bastante poco liberal: los que defienden un liberalismo desde el punto de vista económico generalmente son una clase empresarial muy cercana al poder político, muy tradicional en términos culturales y que no están exactamente comprometidos con promover la diversidad cultural, la tolerancia, el diálogo. Por alguna razón cuando llegamos a esa frontera el liberalismo deja de ser un valor tan importante y aparecen la censura y la represión.

Supongo que de este liberalismo-más-parecido-al-mercantilismo se deriva, también, que tengamos en el Perú una clase empresarial que es, en realidad, bastante poco emprendedora, salvando algunas excepciones notables. Tenemos hombres y mujeres de negocios, pero son muchos menos los que realmente invierten y se juegan el riesgo de inventar cosas nuevas, sino que más bien reciclamos modelos, importamos ideas, probamos cosas más o menos seguras. O peor aún, tenemos enraizada la idea de que desarrollar negocios, empresas en el Perú significa corromper, significa pagar derecho de piso, conseguir por lo bajo licitaciones, lobbistas, favores políticos, cualquier cosa por evitar tener que enfrentar la competencia en el mercado. De allí que nunca hayamos tenido realmente una clase empresarial comprometida con ningún tipo de “idea de país”, sino solamente con el beneficio inmediato, cortoplacista, de unas pocas familias.

Más que un simple tema de resentimiento o acidez, lo que intento aquí es abrir la pregunta: ¿Cómo afecta este divorcio a la manera como gestionamos nuestros recursos culturales? ¿Cómo atendemos los problemas que señala Gaiman, y cómo los desvinculamos de este liberalismo trucho que conocemos?

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Aprendiendo a jugar en serio http://www.invasionesbarbaras.com/2008/10/31/aprendiendo-a-jugar-en-serio/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/10/31/aprendiendo-a-jugar-en-serio/#comments Fri, 31 Oct 2008 05:56:46 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=70 En mi otro blog, Castor Ex Machina, terminé publicando un post sobre la relevancia del estudio de los videojuegos que muy bien habría podido cuadrar aquí, sobre todo por las preguntas que quedan abiertas al final. Me autocito pedantemente in extenso:

En ese universo, como con muchas otras cosas, habrá que preguntarnos también: ¿Cómo competirá, o mejor, participará el Perú de este nuevo espacio de producción cultural? Latinoamérica en general, incluso, refleja en este respecto carencias muy similares a las que tiene en muchos otros ámbitos productivos, con una desventaja fundamental: mientras todo esto ocurre, en general nosotros seguimos tratando de ponernos al día con la lógica de la industrialización. Los videojuegos en el Perú, como mercado interno, casi no existen, así como tampoco existen circuitos fuertes de producción y comercialización de software. Así como en muchos otros rubros, entonces, tenemos que enfrentar el problemático escenario de que, por un buen tiempo, sigamos siendo consumidores de estos productos culturales, y qué medidas podrías tomar para incrementar nuestro nivel de participación.

Fácil aquí puedo elaborar un poco el seguimiento al asunto. Me ha hecho recordar un viejo post que tuve en un blog anterior sobre videojuegos hechos en el Perú, o más precisamente, sobre modificaciones a videojuegos hechas en el Perú. La hipótesis allí era que, de manera similar como se había originado Counter-Strike, existía un potencial importante de desarrollo en generar diferentes juegos con contenidos locales utilizando engines de juego.

Desde entonces a ahora, quizás el potencial existente es más grande aún – sobre todo con el auge de los increíblemente populares juegos en Internet, como los juegos en Flash. O, por ejemplo, con el potencial cada vez más grande que están cobrando los juegos diseñados para plataformas móviles como teléfonos celulares. Estos son juegos, además, que también están cobrando significados particulares para temas “serios”: por ejemplo, el año pasado la iniciativa Changemakers de Ashoka lanzó una competencia de innovaciones sociales en el uso de videojuegos para promover la mejora en los servicios de salud. Una de las iniciativas ganadoras utilizaba un juego de video diseñado para teléfonos celulares, para sensibilizar a los jóvenes en la India de los riesgos y precauciones a tener con el VIH/SIDA. (En aras de la transparencia debo mencionar que yo trabajo en Ashoka, aunque no directamente con Changemakers.)

A medida que las plataformas se diversifican, se difunden y se vuelven más accesibles, también se vuelve más accesible la posibilidad de desarrollas contenidos para ellas, incluyendo juegos. Pero, al mismo tiempo, a medida que la industria de videojuegos se profesionaliza y surgen grandes corporaciones del sector como Electronic Arts, por ejemplo, los costos de producción de videojuegos que realmente logren impactar el mercado a gran escala ascienden exponencialmente. Hoy ya no es extraño que la producción de un juego nuevo cueste millones de dólares, entre el desarrollo, la distribución y la promoción. ¿Es posible que pequeños juegos en plataformas múltiples – lo que estoy asumiendo se encuentra, de entrada, al alcance de nuestros productores locales – compitan con estos grande monolitos? ¿Es posible articular circuitos de distribución y promoción alternativos para compensar en alguna medida este desequilibrio?

Otra barrera que los desarrolladores locales de videojuegos tendrían que superar es la sostenibilidad comercial – sobre todo en un mercado como el nuestro dominado por la piratería. He tratado de señalar antes como la piratería es una dimensión sumamente compleja, sobre todo más compleja de lo que los comerciales en los cines nos quieren hacer creer. Bajo esa óptica, creo que pretender crear un mercado que consiga luchar contra o incluso derrotar la piratería es algo un poco iluso. Hay que entenderla, más bien, como uno de estos circuitos alternativos de los cuales puede obtenerse un mutuo beneficio. Pero eso plantea, entonces, la problemática de idear nuevas alternativas sobre cómo podría un desarrollador local realmente generar ingresos sostenibles a partir de una iniciativa de este tipo – los incentivos que nos hacen ir más allá de la sola buena voluntad, y abren la posibilidad de que se genera una industria cultural sostenible en el largo plazo.

Algo a primera impresión tan lejano como un circuito y un mercado local/nacional de videojuegos es el tipo de retos que deberíamos también estar tomando en consideración si queremos apuntar al desarrollo del país y de la región en un plazo más grande, como quien no se queda atrás en términos de producción y adaptación cultural – no se trata sólo de imitar, cono en los demás casos, sino, más bien, de apropiar. Por lo pronto, tenemos un bonito conjunto de problemas y posibilidades.

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Complejidades de la piratería http://www.invasionesbarbaras.com/2008/10/10/complejidades-de-la-pirateria/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/10/10/complejidades-de-la-pirateria/#comments Fri, 10 Oct 2008 05:37:33 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=66 En el blog de Henry Jenkins hay un artículo largo con una serie de ideas interesantes sobre el rol de la piratería en los países en vías de desarrollo, que creo hace buen seguimiento a lo último que escribí sobre el problema de la propiedad intelectual (siento mucho que esté en inglés, siempre pueden probar una traducción de Google).

Me interesa sacar dos problemas. Primero:

Aún así, está claro que la exposición a los medios americanos en el mundo en desarrollo a menudo despierta deseos y fantaís que sólo pueden ser satisfechos con más contenido similar; es parte del proceso de occidentalización y modernización que está impactando muchos sectores de Asia actualmente. Un número creciente de investigadores está encontrando que estas mismas tendencias están operando de manera inversa en los Estados Unidos y Europa, exponiendo a los consumidores occidentales a medios producidos en Asia (películas de Bollywood, Anime, K-Drama, y demás), y gradualmente creando mercados comerciales viables donde antes no existían. (Traducción mía)

Primero, éste es el problema de las industrias culturales, y es la razón por la cual estos intercambios que nos parecen a primera vista tan transparentes, son de la más profunda importancia. El hecho de que nuestra televisión, nuestras películas, nuestros libros y demás, sean en su mayor medida medios producidos fuera, implican no sólo que estamos importando historias, sino que estamos importando sistemas de deseos y cosmovisiones de lo que se considera una vida buena. Pero no lo tomamos estrictamente como tal, lo cual resulta problemático. Enormemente problemático. No por ponerse chauvinista, nacionalista ni nada por el estilo: simplemente porque así se ejercen influencias a nuestra psique de las cuales no estamos siendo plenamente conscientes.

Me interesa la segundo, que es la razón por la cual este blog se llama como se llama: la posibilidad real que tenemos, hoy sobre todo por los medios a nuestra disposición, para revertir el fenómeno. Podemos aprovechar la coyuntura no sólo para volvernos productores culturales, y no sólo consumidores, y para el mismo tiempo iniciar el movimiento inverso de empezar a exportar cultura, en lo que parecen elementos inofensivos, pero que en la práctica significa exportar sistemas de creencias y cosmovisiones. En el camino, quizás, entender cómo es que después de todos estos procesos entendemos el mundo. Quizás.

Segundo:

En muchos casos, aquellos fans que han tomado estos materiales sin permiso, han hecho el duro trabajo de traducirlos al inglés desde su lengua original, han tomado la responsabilidad de educar a los consumidores sobre los contextos de los que vienen y las convenciones bajo las que operan, han recorrido un largo camino para abrir mercados que antes habrían estado cerrados para los productores de medios asiáticos. Aquí, la “piratería” se vuelve la “promoción”. (Traducción mía)

Aquí hay mucho del sentido por el cual la manera como entendemos la piratería en el tercer mundo tiene que ser radicalmente diferente. Entre otras cosas, porque brinda la posibilidad de miles de personas, que ordinariamente no podrían hacerlo, a tener acceso a diferentes elementos de la producción cultural. Hay una serie de tentaciones peligrosas aquí: como argumentar que no es lo mismo que se piratee “Mi abuela es un peligro 4” a que se piratee “El perro andaluz” de Buñuel. Pero ahí tentamos peligrosamente con el límite de establecer que algunos pueden decidir lo que es “cultura”, y la gran masa no. Es un tema espinoso y problemático, que amerita discusión.

El otro problema espinoso es el aparato industrial: la piratería no es simplemente inocente, sino que es una industria que mueve millones anualmente, y que suele estar atada a grandes círculos de crimen organizado que trabajan también con otras actividades ilegales. Es decir, no idealicemos la piratería tercermundista tampoco. Tenemos que tomarla por su realidad compleja: cierto, abre la posibilidad del consumo a mucha más gente, ¿pero hace algo más que eso? Eso que hace, ¿no es simplemente una prolongación del “aparato de dominio” de esa cultura que reproduce? Además, ¿a qué costo social aceptamos este aparato?

Sobre todo, quiero enfatizar, justamente, que la piratería es un fenómeno complejo, cuya realidad y posibilidad es también una razón por la cual reconsiderar seriamente nuestra noción decimonónica de propiedad intelectual, y reformularla en un sentido más actual (no por eso desaparecerla).

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Y tú, ¿estás listo para la recesión? http://www.invasionesbarbaras.com/2008/01/22/y-tu-%c2%bfestas-listo-para-la-recesion/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/01/22/y-tu-%c2%bfestas-listo-para-la-recesion/#comments Tue, 22 Jan 2008 05:47:56 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/2008/01/22/y-tu-%c2%bfestas-listo-para-la-recesion/ Esta noche llegué a mi casa y me vi inundado por todos los canales por la misma noticia: RECESIÓN. Sólo faltaba que alguien desempolvara el viejo comercial de la campaña aprista del 90 y lo pusiera de imagen de fondo. Un analista en televisión llegó tan lejos como para afirmar que “esta podría ser una recesión tan mala como la de 1929”. La ola de pánico llegaba por todos lados, así que sólo podía hacer lo que cualquier persona racional habría hecho en mi lugar: unírmele.

Cuando ya todo está colapsando, mejor por lo menos ser parte de la fiesta del fin del mundo. Aunque claro, uno también puede ponerse a pensar: ¿Y si trato de sacarle la vuelta a la recesión? Pues empecemos por lo primero: no puedes. Pero eso no evitará que ninguno de nosotros lo intente, al menos como quien se mantiene ocupado.

Ahora, claro, todavía no se sabe bien si esta recesión en el mercado estadounidense logrará alcanzarnos y afectar el boom de nuestra economía (que atestiguan por doquier banderolas con alegres logotipos que me indican que el Perú avanza). Según uno que otro analista, el Perú tiene oportunidades de resistir, lo cual sería una primicia histórica, pero uno nunca debe perder la esperanza. En todo caso, eso no quita dos cosas: primero, que no está demás prepararse un poco. Segundo, que no está demás, tampoco, ver de qué manera puede uno incluso sacarle la vuelta a todos estos problemas.

Lo primero me viene a colación porque conforme me hundía en la ola de pánico, tuve oportunidad de leer dos posts interesantes en dos blogs en inglés. El primero, una serie de tips de mi heroína del desarrollo profesional (y las tribulaciones del vóleibol profesional y la vida cotidiana) Penelope Trunk -de quien obviamente exagero- respecto a diferentes maneras en que puede uno protegerse para la recesión venidera en EEUU. El segundo, en una línea similar, el blog Web Worker Daily brinda también maneras para poner tu carrera a prueba de recesiones. Con toda esa onda de pánico en el aire era difícil que no me sumara a la locura (he aquí mi contribución).

Claro que surgen múltiples preguntas, empezando por, ¿por qué es esto relevante aquí? Pues en general, porque nos preocupan las oportunidades y el futuro y la educación y el mundo y como nos recibe cuando no estamos preparados para él. Básicamente porque con todo lo que nos quejamos de nuestras carreras o de nuestra formación, con mayor o menor justicia, un contexto como éste debería obligarnos, autores y lectores, a preguntarnos una serie de cosas. Y es que, cuando la economía se detiene, y la cantidad de oportunidades se reduce, y la competencia se vuelve aún más salvaje, es bastante probable que quien se limitó a seguir el camino establecido, a colorear dentro de la línea y cortar siguiendo las rayas punteadas, quien fue, al final del día, un “buen muchacho”, no se la encuentre tan fácil como habría esperado.

No, no estoy abogando por el surgimiento de los patanes del espacio. De hecho, creo que los “buenos muchachos” son los menos buenos que hay. En otras palabras: si realmente quieres acceder a mejores posibilidades no lo harás coloreando dentro de las líneas. Tienes que jugar con los límites, empujar un poco lo aceptable, desafiar las convenciones. Es cierto que así te arriesgas más a perder, pero también que es la única manera de ganar.

Antes de que esto empiece a sonar como extracto de autoayuda, volvamos a la recesión. El sentido común en un momento de recesión indica que uno tiene, como la hormiguita, que almacenar sus frejoles para la época fría y aguantar hasta que pase el temporal. Uno asume que tiene que protegerse, blindarse, guarecerse y esperar que todo vuelva a estar bien. Definitivamente no creo que esta sabiduría evolutiva esté equivocada; todo lo contrario, me parece que definitivamente es la mejor opción. Sólo quería anotar brevemente lo poco que eso importa: en la práctica, si seguimos la línea de lo anterior, el verdadero desafío no está en sobrevivir, lo cual suena medianamente fácil siguiendo algunos criterios básicos, sino que está en crecer. En conseguir más, en ganarle al tiempo duro. Y no, no por nada del tipo “mi espíritu me lo revela” o “hay una voz interna que me lo dice”, tampoco porque “mi voluntad puede sobreponerse a todo”. Extractos de autoayuda de ese calibre, por favor pueden tomar la última puerta a la derecha. La cuestión es mucho más mundana y visceral, y mucho menos glamorosa. Básicamente, tiene que ver con la disposición de cada uno de ir contra la sabiduría común, de una manera, además, que no sea completamente estúpida (de lo contrario, por favor abstenerse), para conseguir resultados más o menos imprevisibles.

En resumen: no está demás prepararse para una recesión, por si acaso. El que quiera puede salir a mojarse un rato a la lluvia, seguro que está divertida.

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