memoria – Invasiones Bárbaras http://www.invasionesbarbaras.com Industrias culturales para el tercer mundo. Thu, 11 Mar 2010 20:29:18 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.4.11 Laghonia, APDAYC y las guerras culturales http://www.invasionesbarbaras.com/2009/08/07/laghonia-apdayc-y-las-guerras-culturales/ http://www.invasionesbarbaras.com/2009/08/07/laghonia-apdayc-y-las-guerras-culturales/#comments Fri, 07 Aug 2009 05:33:21 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=143 En una de las selecciones de la Crónica del rock peruano que estoy compartiendo (aún me falta una), incluí la referencia y el enlace al disco de una banda peruana de rock de los años sesenta, Laghonia. De esta banda, hasta hacer ese post, yo sólo conocía la canción cuyo video incluí, pero esa vez encontré el enlace para descargarme completo su disco Et Cetera, así que lo bajé para conocer un poco más. El grupo me pareció, sencillamente, espectacular, y no tenía mayor idea de su existencia. Buscando un poco por la web encontré esta breve reseña de su existencia, que tiene detalles singulares muy interesantes:

LAGHONIA era el único grupo que usaba el Hammond -B2 en el Perú y Sudamérica tanto en grabaciones como en vivo. El espectáculo musical que producían era impresionante. Miembros de otras bandas como Telegraph Avenue, Traffic Sound o El Polen, iban a escucharlos frecuentemente atraídos por rarísimas canciones como Mary Ann o Speed Fever con experimentos polirrítmicos a lo Dave Brubeck. El grupo siguió componiendo y actuando, yendo de aquí allá en un Olds’ del 55’ manejado a toda velocidad por Saúl, un tipo casi siempre serio pero que gustaba de hacer bromas en los momentos precisos. En un camión de mudanza iba el pesado equipo. Allí Carlos Salom solía viajar encima del Hammond y el Leslie para proteger los 300Kg. que pesaban estos instrumentos, de cualquier rasguño durante el viaje.

El Hammond B2 es definitivamente lo que le da un sonido singular al grupo que lo diferencia de otros sonidos de la época por estas latitudes, y el juego polirrítmico medio psicodélico hace de Laghonia también un experimento musical sumamente vanguardista para su época y lugar. Es impresionante escuchar la calidad del Et Cetera y al mismo tiempo darse cuenta de que se trata de un grupo peruano – en eso se refleja la calidad creativa y técnica de los grupos de la época que empezaban a jugar con el rock para hacer cosas realmente interesantes. Luego, como bien se sabe, la dictadura de Velasco declararía el rock como alienante e imperialista y relegaría lentamente a la escena peruana de rock al olvido y desaparición, hasta que a principios de los ochentas volverían a aparecer canales a través de los cuales se regenere, lentamente, una escena local de rock.

Después de muchos años, y con muchas etapas de por medio, creo que uno podría decir que de nuevo estamos viviendo una de las etapas más interesantes del rock nacional, por una serie de factores. Un detalle no trivial es que las condiciones económicas permiten la aparición de un mayor mercado; tampoco es poca cosa que muchos grupos están reconociendo la particularidad del mercado local y tratando de jugarlo a su favor, no luchando contra la piratería y apoyándose más bien en otros canales (como presentaciones en vivo) para ganarse una audiencia que los siga regularmente.

Pero, ¿qué pasa con todo el legado de las épocas pasadas del rock peruano? A nivel global, siguen sonando grupos como los Rolling Stones, Led Zeppelin, Pink Floyd, The Beatles, y demás piedras fundantes de lo que fue la cultura rock que luego se difundió globalmente, y que llegó hasta aquí. Y muchas escenas locales tienen también un legado histórico al cual recurrir en busca de referentes, de experimentos, de sonidos y texturas locales. Sin embargo, nosotros estamos limitados por cuestiones estructurales básicas: no hay cómo escuchar esta música. Lo que se llegó a grabar en la época se imprimió en discos de vinilo de circulación limitada, que aunque pudieran conseguirse hoy día serían difíciles de reproducir. Pocos de los discos de los sesentas, setentas, ochentas y noventas se han reeditado en ediciones en disco compacto. Mucha de esa música tampoco se puede encontrar en Internet (lo que he corroborado intentando recopilar las selecciones de Crónica). Es decir que, por mucho que uno quiera, si quisiera realmente sumergirse en el rock peruano tendría una serie de limitaciones que harían ese tránsito sumamente difícil.

Claro, hoy día podemos subir canciones a YouTube, a diferentes servicios en línea, o compartir discos vía BitTorrent. Basta con que una persona se dedique a grabar los discos de vinilo en un formato digital para que ese archivo pueda circularse y distribuirse fácilmente, y se reduzca enormemente el riesgo de que ese contenido se pierda. En muchos casos, es uno de los pocos canales a través de los cuales se puede acceder a este contenido, que, en gran parte, es la prefiguración de la escena musical del rock peruano que tenemos hoy día y que muy poca gente ha tenido oportunidad de conocer.

Allí es donde la cosa se complica. Porque ese intercambio es, un poquito, ilegal. Aún cuando no tenga fines comerciales, aún cuando, realmente, no perjudique a los autores originales (incluso, en gran medida, los beneficie), aún cuando signifique una labor de preservación cultural que de otra manera no podría suceder, es ilegal. Cae dentro de este rubro que ha venido ha ser denominado “piratería”, y que en el mundo de los contenidos digitales se ha convertido en un estandarte de defensa del status quo que no consigue, del todo, emparejarse con la realidad. Porque la cultura digital está promoviendo relaciones e intercambios entre las personas que no pueden ser plenamente contemplados por el ordenamiento legal pre-existente. En medio de todo esto aparece la figura de APDAYC, la Asociación Peruana de Artistas y Compositores de la que mucho se ha hablado en los últimos días. No quiero volver a articular todo lo que se ha dicho, sobre todo porque creo que Roberto Bustamante lo resume todo muy bien en esta entrevista:

Todo lo cual me lleva, realmente, al punto central. Las guerras culturales han empezado también en el Perú, el enfrentamiento en el cual la manera como nos estamos acostumbrando a construir la cultura, sobre todo a partir de la aparición de los medios digitales, choca con un aparato político y legal que fue diseñado antes de que estas prácticas existieran. Así como, además, el aparato económico acostumbrado y construido sobre un cierto modelo de negocios empieza a aferrarse de todos los medios posibles para preservar su propia existencia. En este caso, se trata de cosas como el “tarifario web” de la APDAYC, que realmente no tiene mucho sentido, y que quiere decir, también, que (asumiendo que Laghonia sea uno de sus miembros) yo no puedo compartir libremente música de Laghonia, a pesar de que lo hago por lo buena que me parece su música y porque quiero que más personas la escuchen, porque estoy infringiendo sobre el terruño de APDAYC. Más allá, por supuesto, de que de otro modo esta música, probablemente, nunca será escuchada, preservada, ni difundida.

La pregunta que se empieza a dibujar de fondo es la pregunta de la que Lawrence Lessig ha venido hablando durante mucho tiempo: ¿Quién es el dueño de la cultura? Y sobre por qué los grandes distribuidores de contenidos han conseguido los medios para monopolizar la producción y la distribución de todos aquellos referentes culturales a los cuales nosotros, como consumidores, terminamos dándoles significado. Antes era una cuestión simple: los medios existentes delimitaban claramente la separación entre productores y consumidores. Pero ahora que los medios disponibles nos permiten cuestionar y extender los roles que asumimos frente a la cultura, esta delimitación no sólo no es tan simple, sino que en gran medida pierde mucho de su significado.

Para un grupo como Laghonia, y otros grupos que constituyen los pilares de la historia del rock nacional, los antecedentes y referentes obligados, así como también para los nuevos grupos que aparecen hoy día, la relación con la piratería es mucho más compleja de lo que APDAYC quisiera que pensáramos. No se trata de una vulgar copia, sino de una compleja red de mercado y distribución que hace posible que los contenidos lleguen a mercados más amplios. Para muchas personas, yo mismo incluido, la piratería es uno de los pocos canales disponibles para acceder a muchos referentes culturales que, por cuestiones de disponibilidad o economía, simplemente serían inexistentes de otra manera. Decir que no haya piratería equivale a decir que gran parte del mercado quede excluido de la participación en el intercambio y la construcción cultural.

Y claro, hay dos respuestas inmediatas a esto. La primera es que por esto, la piratería no es automáticamente buena, y eso es cierto. Pero eso hace que tampoco sea automáticamente mala, sino mucho más compleja de lo que los distribuidores de contenidos quieren que pensemos. Lo segundo es que la piratería no se da mayormente de productos culturales “de calidad”, dirían algunos, sino de DVDs de Mi abuela es un peligro 7 y del último disco de Britney Spears. Esto va más o menos en la línea de lo dicho por Mario Vargas Llosa en un discurso sobre la cultura hace unos días: la reformulación del argumento de que hay una cultura ilustrada contrapuesta a una cultura popular, que es inferior y menos importante. Desde este punto de vista, la piratería es sólo un mecanismo de difusión de la cultura popular y, como tal, no permite ningún tipo de participación significativa de la construcción cultural.

Esta segunda respuesta me parece más problemática, porque la distinción entre lo ilustrado y lo popular es un poco arbitraria y bastante conveniente, sobre todo viniendo de alguien como Vargas Llosa. Y, sobre todo, niega una realidad palpable que es el hecho de que la cultura popular ejerce una enorme influencia en nuestras vidas y termina estando mucho menos desligada de la “cultura ilustrada” de lo que muchos quisieran pensar. Más aún: cree que esta separación aún puede mantenerse hoy día, que es equivalente a algo así como el presidente de Sony Pictures diciendo que Internet no trae nada bueno y debería restringirse.

Bueno, eso. No puedo subir la discografía completa de Laghonia, técnicamente, o en todo caso, no debería. Pero quiero hacerlo, no por un beneficio propio, sino porque me parece que el Et Cetera, y otras obras similares, merecen llegar más lejos, ser más conocidas, y sí, en última instancia también beneficiar a sus creadores. ¿Pero cómo puede Laghonia vender discos si nadie conoce de su existencia? ¿Cómo puede traer audiencias a conciertos en vivo si quienes lo conocen no pueden compartir la novedad de su descubrimiento? Y más aún, ¿cómo podemos esperar construir una escena musical de importancia, creativa, de gran alcance, si no podemos regresar sobre los antecedentes para que contribuyan a las nuevas producciones y generaciones?

De manera que, muy adecuadamente, así como en el comic Civil War que viene publicando Perú 21 los sábados, han empezado las guerras culturales, y empezaron hace tiempo, sólo que el enfrentamiento ha escalado. Se me ocurrió terminar este post preguntando, así tendenciosamente, “¿de qué lado estás?” Pero ahora me doy cuenta que en realidad no se trata tanto de lados, pues las posiciones son mucho más complejas que lo uno o lo otro.

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Documentos del rock peruano http://www.invasionesbarbaras.com/2009/07/25/documentos-del-rock-peruano/ http://www.invasionesbarbaras.com/2009/07/25/documentos-del-rock-peruano/#comments Sat, 25 Jul 2009 21:11:37 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=124 Son pocas las fuentes que he podido encontrar que documenten sistemáticamente la historia del rock peruano, que es una historia llena de idas y venidas y con muchos acontecimientos interesantes – sobre todo porque en este tránsito se forjó la identidad de más de una generación. Es más difícil aún porque no existe tampoco un acceso simple a grabaciones y producciones discográficas de las diferentes épocas ni su difusión es muy amplia. Es decir, por mucho que quisiéramos afanarnos con el rock peruano, sería complicado conseguir las canciones y los discos para afanarnos, incluso dentro del circuito pirata o descargando la música de Internet.

Todo lo que sé del rock peruano lo he aprendido de dos documentos importantes. El primero es el libro de Pedro Cornejo (filósofo, crítico de rock y antes conductor televisivo de Distorsión en Canal 7), Alta tensión: los cortocircuitos del rock peruano (emedece ediciones, Lima, 2002). Es un libro sumamente completo que documenta el proceso y la evolución del rock peruano desde sus raíces hasta algo muy cercano a la actualidad, completo con una serie de referencias muy detalladas a grabaciones y discografía que complementan muy bien el texto. No sólo eso, sino que la segunda parte del libro está compuesta por entrevistas a varios de los personajes más importantes de las diversas etapas del rock peruano. En el Prefacio, Cornejo explica lo siguiente:

Durante mucho tiempo se discutió en nuestro medio en torno a la legitimidad de considerar al rock hecho aquí como una expresión de la música popular urbana nacional. La discusión – que cobró inusitado vigor a mediados de los ochentas con la emergencia de una oleada de grupos de rock que, después de muchísimos años, gozaban de popularidad cantando, además, en nuestro idioma – era indudablemente heredera de otra no menos especiosa: la de si el rock era extranjerizante. Una discusión cuyo origen se remonta a los tiempo de la dictadura militar del general Velasco, época en la cual el rock fue efectivamente considerado por el establishment como un arma de penetración del imperialismo yanqui siendo combatido en consecuencia.

A partir de los años noventas – en paralelo con la crisis de las ideologías nacionalistas de izquierda y el ascenso del neoliberalismo – ambos debates se diluyeron, entre otras cosas, porque quedó demostrado que, independientemente de su origen anglosajón y de su carácter transnacional, el rock es recepcionado de manera diferenciada y desigual por los jóvenes de las sociedades periféricas y tercermundistas y recreado a la luz de sus propias experiencias individuales y colectivas. Y es que, a estar alturas, es imposible negar que el rock se ha convertido en un referente importantísimo para los jóvenes de nuestro medio: como fuente de entretenimiento, como factor de identidad individual o colectiva y como forma de expresión.

Creo que el recuento histórico que hace Cornejo es prácticamente imprescindible para todo aquel que esté interesado en entender el desarrollo de la música rock en el Perú, y entender sobre todo muchas de sus características actuales también.

El otro documento del cual he aprendido todo lo que sé es una serie de discos lanzados en el 2001 – creo que por El Comercio – bajo el título Crónica del rock peruano, en 4 volúmenes: Modern Rock, Pop Rock, Rock Alternativo y Rock Fusión. Lo genial de Crónica es que es una antología sumamente amplia de bandas clásicas con sus tracks más importantes, pero lo otro muy interesante es que cada uno de los discos venía acompañado de un pequeño librito que daba una perspectiva histórica de lo que contenía la antología, e incluía, además, las letras de los temas seleccionados. Los textos y la selección son, de nuevo, de Pedro Cornejo, con la asesoría de Gerardo Manuel y Raúl Cachay. Imagino que ya no deben ser fáciles de conseguir (de hecho, no los he vuelto a ver en ningún otro lado), pero son también un muy buen documento panorámico e introductorio para explorar las diferentes etapas y dimensiones que el rock ha tenido en el Perú y pasar por los diferentes debates y discusiones que ha generado. La introducción del primer volumen señala:

40 años de rock nacional. Pese a ser hoy un importante vehículo expresivo de las actitudes, sentimientos y reivindicaciones de los jóvenes – no sólo como entretenimiento sino como factor de identidad grupal, generacional o individual, como fuente de valores o como expresión de su mundo interior – el rock peruano tiene una historia poco menos que desconocida para la gran mayoría de personas – gente cuya edad oscila entre los 18 y los 35 años – que constituyen actualmente su público habitual. Gente que ignora que el rock peruano no se inició en los ochenta sino a principios de los sesenta y que durante esa década y principios de la siguiente llegó a convertirse en uno de los movimientos musicales más importantes de América Latina.

Sin embargo, hoy lo mismo no puede decirse del movimiento musical peruano, que ha perdido mucho terreno frente a lo que alguna vez pudo ser. Grupos de hace décadas con un valor impresionante se han perdido y prácticamente no suenan en la actualidad, como sí puede suceder con el legado rockero y musical en general de otros países, lo cual nos obliga a preguntarnos por qué nos hemos olvidado de todo esto y no hacemos un mayor esfuerzo por rescatarlo.

Espero, en los próximos días, poder compartir un poco de las selecciones de Crónica del rock peruano para que puedan servir de material introductorio a la historia del rock peruano.

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PerúWiki: mejorar la presencia peruana en Wikipedia y la web http://www.invasionesbarbaras.com/2008/11/22/peruwiki-mejorar-la-presencia-peruana-en-wikipedia-y-la-web/ http://www.invasionesbarbaras.com/2008/11/22/peruwiki-mejorar-la-presencia-peruana-en-wikipedia-y-la-web/#comments Sat, 22 Nov 2008 22:38:56 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=72 Hace un par de días conversaba con Rafael (a quien no tengo a dónde enlazar) quien me hizo notar una comparación perturbadora: conversábamos un poco sobre el mérito y los problemas que implica algo como Wikipedia, y él me señaló lo difícil de asimilar que es que un artículo sobre furrys pueda tener mayor longitud y complejidad que un artículo sobre la guerra de independiencia peruana. Lo cual me dejó pensando – no tanto sobre el problema de si hay elementos de “conocimiento” que valgan más que otros, que ameriten mayor atención, ni nada por el estilo. Si esta comparación es posible es porque hay más gente interesada en información precisa sobre los furrys en Internet, que sobre la historia del Perú. No estoy del todo seguro que la comparación sea justa: si comparan, por ejemplo, el artículo sobre la independencia peruana en Wikipedia en español con su contraparte sobre furrys, la cosa mejora al menos un poco. Por otro lado, es un artículo sobre un tema puntual comparado con otro sobre un tema más general.

Pero mi problema es otro. Mi problema gira en torno a la “gente interesada”: ¿Quién debería ser esa gente interesada? Obviamente en el mundo de Wikipedia, se trata de cualquier usuario con interés. Mi problema no son tanto los furrys (felizmente) sino más bien que mientras más y más información fluye por Wikipedia, como país debería sernos más relevante prestar atención a la información que allí hay. Consideren sobre todo que los resultados de Wikipedia suelen recibir muchas referencias y estar entre los primeros resultados de búsquedas en Google: esto tiene implicancias monumentales para la promoción de productos y servicios, del turismo, de la imagen del país a nivel internacional. Claro, no es un lugar en el que esperaría que el Estado se involucre – el gobierno está distraído con otras cosas ahorita, y muy lejos de mostrar interés en este tipo de problemas. Lo que se me ocurre es que deberíamos prestar más atención a la información sobre el país que se encuentra en las diferentes ediciones de Wikipedia, para comprobar que se encuentra actualizada, suficientemente detallada, traducida a varios idiomas e incluso validada en alguna medida para darle algún tipo de sello de confiabilidad, por transitorio que éste sea.

Esto podría armarse como un proyecto o una iniciativa, que tentativamente llamo PerúWiki. Me encantaría ver que se pudiera organizar un grupo de gente interesada que identifique y mapee la enorme cantidad de información que hay sobre Perú en Wikipedia y a partir de allí vaya recorriendo los artículos, revisando que estén completos, ampliando el detalle, revisando la referencias, y demás. Esto es un tema central desde el punto de vista de las industrias culturales: es asumir la responsabilidad, en alguna medida, por la manera como el mundo tiene posibilidad a acceder a información sobre nosotros.

Un primer paso es, por ejemplo, la consistencia: los artículos en Wikipedia en español sobre el Perú son probablemente mejores y más detallados que los que hay en Wikipedia en inglés, y mucho más aún que los que hay en las demás Wikipedias. Un primero esfuerzo podría ser el de traducción, para ampliar así fácilmente la información en varios idiomas.

Lo que necesito es interesados. Yo puedo habilitar aquí en IB un espacio de trabajo donde se intercambien ideas y un grupo de trabajo se organice y distribuya las tareas (quizás por medio de un sub-blog, o un foro, o un wiki, sería cuestión de evaluarlo), pero lo que no tengo es el grupo de trabajo. Se me ocurre que podría ser una iniciativa particularmente interesante para involucrar estudiantes (particularmente de Humanidades y Ciencias Sociales) – incluso si pudiéramos contactar a profesores de historia, no tanto para que den su “opinión experta”, sino para incorporar esta iniciativa como proyecto de algún curso superior de historia del Perú nos podría brindar una serie de recursos sumamente útiles para empezar. Y de paso vamos promoviendo esto como una manera de llamar la atención (1) sobre el legado histórico del Perú, y sobre todo (2) sobre la manera como lo preservamos y actualizamos para la sociedad de la información.

Son iniciativas pequeñas que pueden tener una gran repercusión en el mediano plazo.

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Memoria http://www.invasionesbarbaras.com/2008/10/30/memoria/ Fri, 31 Oct 2008 04:30:55 +0000 http://www.invasionesbarbaras.com/?p=69 El sitio web de la Comisión de la Verdad ya está de vuelta en línea. Hace unos días rebotó en varios blogs la noticia de que estaba fuera de línea – no he visto después de eso seguimiento al tema, sobre si fue un problema técnico, o una cuestión más grave la que la sacó del aire. “Un país que olvida su historia está condenado a repetirla”, dice la animación en la página de introducción a la web de la CVR. Esto no deja de resultar particularmente irónico, en un momento en que presenciamos los peores ataques de Sendero Luminoso en mucho tiempo, al mismo tiempo que sectores cercanos a las Fuerzas Armadas quieren hacer borrón y cuenta nueva de las heridas por las que el Perú se sigue desangrando.

Este es un problema que puede cogerse por muchos lados, pero quiero concentrarme en el problema de fondo de que la web de la CVR haya desaparecido. Esto es, que cuando dejó de estar ahí, inmediatamente perdimos cualquier referencia a la inmensa y valiosísima cantidad de información que allí estaba contenida. Muy al margen de que alguien esté de acuerdo o en desacuerdo con lo que allí se decía, el hecho de que un sector considerable de la población lo considerara como una radiografía significativa de nuestra identidad nacional es motivo suficiente como para preocuparse por su discusión y conservación (considerar lo contrario, me parece, es sólo acercarse a formas perversas de totalitarismo – algo que no es ajeno a algunos opositores de la CVR). El esfuerzo por recopilar esta información es de por sí valioso, así como el proyecto titánico de articular todos estos elementos en una fotografía de lo que está en el fondo del concepto “Perú”.

Sin embargo, cuando desapareció, todos nos encontramos sorprendidos, y me incluyo. ¿Quién debía encargarse de mantenerla? ¿El Estado? ¿Y confiábamos en que el Estado lo haría cuando el propio vicepresidente de la República es abiertamente opuesto a todo lo que en ese sitio web se encontraba? No digo que Giampietri tenga nada que ver… simplemente apunto a nuestra (mi) ingenuidad al respecto. Nadie tenía copias de seguridad de muchas de las copias allí contenidas. Fotografías, miles de testimonios, archivos, los propios documentos del Informe Final. La única referencia que permaneció de todo este contenido era la del proyecto del Internet Archive, que mantenía copias del sitio de hasta varios años atrás – como lo hace con una enorme cantidad de sitios web alrededor del mundo.

Problema de fondo: ¿Cómo es posible que, dentro de toda esta retórica, no sea una cuestión generaliza la apropiación de este texto fundacional? Es decir… ¿Por qué el Informe Final y toda esta información permanece dentro de un modelo un poco vertical sobre quién posee esta información, quién debe difundirla y quién debe mantenerla? Sólo cuando desapareció el sitio web (“nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” y demás) realmente caí en cuenta de que el IF no estaba realmente en nuestras manos, por mucho que el texto lo estuviera – aún cuando el simple “estar” no implica haberlo leído cabalmente. Nunca lo consideré como mío, y en todo caso, si lo hice, fui soberanamente inconsecuente y nunca hice nada al respecto. Si el texto fuera realmente apropiado, la pérdida del sitio web, aunque seguiría siendo trágica, sería la pérdida de tan sólo un elemento dentro de un ecosistema mucho más grande de piezas adicionales, articulaciones y construcciones individuales y colectivas que toman y dejan dentro y fuera de una diversidad más grande de contextos.

En otras palabras: por un lado, en primer lugar, tenemos que pensar en la cuestión básica, archivística, de que no estamos preservando debidamente esta información. Si se pierde la página web y el único soporte es el caché de Google o el archivo de un proyecto extranjero, la cosa está bastante mal. Pero segundo, y, creo yo, más importante en lo que es la articulación de una identidad colectiva en el Perú (algo que a mi modesto juicio no hemos alcanzado aún construir), está en que tenemos que conseguir dar el salto extra a que esta radiografía no sea un contenido monolítico que se admira a la lejanía y se le reconoce formalmente como “importante”. Debemos dar el salto mucho más interesante de fomentar y potenciar este ecosistema, fundamentalmente, de transgresión, de reinterpretación y de apropiación.

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