Repensando la educación

January 19, 2008 – 7:19 pm

Entonces, si tenemos algo así como un enfoque (variopinto, por lo demás)… ¿Por dónde lo llevamos? Creo que la situación, o el contexto, amerita reevaluar una serie de factores. Por lo demás, a pesar de todo lo bueno, hay muchísimas cosas de mi formación profesional, la cual hace poco culminó su primera etapa, con las cuales estoy insatisfecho. Particularmente, en que fue bastante poco profesional. Lo que quiero decir (y al afirmarlo creo estar repitiendo un lugar común) es que, al final del camino, me siento bastante poco competente para hacer cualquier cosa. Y sé lo que están pensando: “estudiaste filosofía, claro que no eres competente para hacer nada”. Ja-ja. Pero no es a eso a lo que me refiero. A lo que me refiero es a que todo el proceso se siente inevitablemente como una línea de producción: se aplican más o menos los mismos moldes, se difunden más o menos los mismos patrones, se consiguen más o menos los mismos resultados esperables. Más o menos.

Un argumento común que he escuchado es que claro, no se puede educar a una persona para ser el próximo gran autor, el gran descubridor, el que lo cambie todo. “No formamos filósofos”, me dijeron una vez, “formamos historiadores de la filosofía”. Ese día me deprimí. Porque no estaba yendo a la universidad por 5 años, llevando cursos, estudiando, leyendo, etc., para ser un historiador de la filosofía (sin desmerecer a nadie: simplemente no era lo que YO particularmente quería estar haciendo). Comprendo, claro, que hay cosas que no se pueden formar artificialmente. ¿Pero no se puede al menos intentar? ¿Por qué educamos continuamente para la continuidad, y no buscamos de una manera u otra fomentar la innovación?

La primera respuesta es porque no se puede. Así de simple: en la medida en que avancemos pensando en revolucionarlo todo siempre, pues no avanzamos a ninguna parte, ni conseguimos que ningún modelo se establezca lo suficiente como para extraerle resultados interesantes. La cultura académica se ve por fuerza obligada a ser convervadora: sólo de esa manera puede garantizar cierta validez del conocimiento que sólo de esa manera puede difundir. La paradoja es que si se encierra en ello, no podrá conseguir tampoco ningún resultado demasiado interesante, no podrá dar grandes saltos en ninguna dirección.

Entonces necesitamos soluciones que estén más allá de la cultura académica (para aquellos de nosotros que, pretensiosamente, sí queremos aún dar grandes saltos en alguna dirección, y que tontamente tentamos a la innovación en alguna medida). Espacios complementarios, espacios que nos confronten con problemas que nos obliguen a poner en práctica las diferentes habilidades y los conocimientos que hemos venido adquiriendo. Espacios que nos familiaricen con las situaciones que de una u otra manera enfrentaremos cuando nos desarrollemos profesionalmente. Espacios que nos permitan medir la utilidad o relevancia de diferentes conjuntos de herramientas para diferentes tipo de problemas. Espacios que, en última instancia, nos vuelvan competentes en brindar soluciones para diferentes contextos. Espacios en los que podamos romper cosas sin mayores preocupaciones.

Idealmente, para mí, estos mismos espacios deberían darse dentro de la formación (en universidades, colegios o lo que fuera). Son parte del proceso educativo concebido en sentido amplio, y son la complementación perfecta a la educación formal, tradicional que solemos recibir. Y sin embargo, este tipo de espacios no parecen ser bienvenidos con buenos ojos. ¿Quién soy yo, probablemente preguntan, para arrogarme el derecho a hacer cosas? ¿Qué credenciales tengo, chiquillo malcriado, para osar afirmar que entiendo algo mejor que aquellos que han estudiado toda su vida?

Y claro, no soy nadie y no tengo nada, y hasta allí más o menos llega la discusión usualmente. Pero eso no quita que me aburra un poco, y que me moleste aprender mucho pero sentir que con eso no puede hacerse gran cosa (por lo menos hasta que saque un doctorado y la gente me respete). Es un poco frustrante, la verdad, sobre todo cuando viene acompañado de promesas del más allá: en la maestría habrán respuestas, en el doctorado, más adelante se te prometen las grandes soluciones. Partamos de que no creo que las haya, y hasta ahí vamos mejor. Mientras tanto, no me parece un mal ejercicio pensar en qué formas podrán adoptar estos espacios raros, experimentales, para romper cosas. Y en la medida de lo posible, ver si podemos construir alguno.

Sorry, comments for this entry are closed at this time.