Domar la suerte

September 8, 2007 – 11:46 pm

En términos generales podemos decir que existe un consenso de que la modernidad, al menos en los términos en los que estuvo planteada, ha colapsado como proyecto. El viejo designio moderno de la razón que se alza por encima de todo y es capaz de dominar el cuerpo y la naturaleza, es algo que se ha visto atacado por todos los frente imaginables. Más aún, su bastión y refugio más importante, el de la ciencia, se ha visto llevado por el camino de la incertidumbre y relatividad: tanto Einstein, como luego Planck, Heisenberg, y etc., nos empiezan a hablar de un mundo que ya no puede entenderse de manera determinista. O quizás sí, pero no en los mismos términos en los que se hacía antes: el determinismo laplaciano ha sido reemplazado, en primer lugar, por la indeterminación heisenbergiana.

Pero eso no ha eliminado la capacidad para formular predicciones con niveles variables de certeza. Pues aunque el cómo del procedimiento se encuentra detrás de un velo de ignorancia, dentro de una caja negra, que resulta conceptual y experimentalmente infranqueable, aún así los resultados de las observaciones coinciden con aquellos anticipados por la teoría.

Bajo esta forma modificada de la ciencia, ante el colapso del proyecto moderno anterior que nos ha llevado a este punto donde ya no es legítima ni pragmáticamente posible hablar en función a determinismos, se podría quizás pensar en que se construye erráticamente un nuevo proyecto. Pero su modelo no es ya la analítica trascendental como lo es la dialética trascendental, en términos CRPianos.

El nuevo proyecto bajo esa misma lógica ni siquiera puede ser propiamente un proyecto como una coincidencia. En lugar de dominar la naturaleza, la voluntad y el mundo, el hombre hoy buscaría más modestamente mitigar las condiciones del azar. Esto es lo que antes trató de hacer de manera determinista, descartando la influencia del azar, pero en un mundo post-nietzscheano el azar debe entenderse de manera diferente. Más en el sentido heracliteano del logos que, por supuesto, sería desafiado y rechazado por muchos aún que quieren aferrarse al determinismo del mundo (al “god does not play dice”). Pero las observaciones socioculturales, y quizás hasta las físicas, nos hablen crecientemente de que todo es un complicado juego de coincidencias azarosas más que la mano deliberada de un diseñador. Pero eso es harina de otro costal.

El nuevo proyecto buscaría, entonces, mitigar las condiciones del azar.

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